miércoles, 24 de abril de 2013


CANONIZACIÓN DE JUAN PABLO II

Según he leído, el Vaticano se propone canonizar al papa Juan Pablo II el próximo mes de octubre.
La canonización del papa Wojtyla no sólo está tremendamente politizada, sino que su hagiografía (que no escrupulosa biografía) presenta sombras perturbadoras. Las virtudes que se le atribuyen están bien lejos de alcanzar el grado de heroicidad, y menos aún de ser calificadas de evangélicas. Con esta “santificación”, el Vaticano y los movimientos ultraconservadores pretenden canonizar un pontificado fundamentalista, y con ello paralizar cualquier corriente renovadora dentro de la Iglesia. ¿Qué explicación dará el papa Francisco? ¿Unirá, para colmo de incoherencias, esta canonización con la del arzobispo Oscar Romero?
Sobre esta embarazosa cuestión, hace tiempo escribí una novela, inédita hasta el momento. Transcribo el informe de lectura por si algún lector siente curiosidad.
            Advocatus diaboli (Confidencias de un cardenal descreído)
El protagonista es el cardenal Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos (“ministerio” vaticano encargado de las beatificaciones y canonizaciones; la fábrica de hacer santos, que se dice en la novela, puesta al máximo de su posible rendimiento durante el pontificado de Juan Pablo II). Precisamente el tema de la novela es la beatificación de este último papa, hecho histórico sucedido en abril de 2011, antes de que el autor terminase de escribirla.
Puede decirse que la obra, con estructura mixta entre la novela histórica y la de misterio histórico, tiene poco del género histórico, pues es coetánea e incluso de anticipación y en extremo polémica, lo que le da un valor añadido. Es una novela hecha, podíamos decir, “on-line”. También tiene mucho de trabajo documental, perfectamente ensartado en la trama novelística. Salvando las diferencias de estructura, en este aspecto podría parangonarse a las obras de Larry Collins, oscilando la balanza a favor de “Advocatus”, pues aquí la trama es nítida y los datos quedan perfectamente ensamblados.
Narra en primera persona, con detenimiento en descripciones minuciosas y ricas que envuelven el relato en un aroma a sotanas, a viejo legajo, a monumento antiguo, a grandiosidad vaticana; hace, en definitiva, que el lector penetre en el mundo ficticio que narra, objetivo último del género.
Comienza la novela cuando el protagonista recibe una intempestiva llamada en la que se le informa sobre la muerte de su colaborador, el padre Miguel Orovay, valenciano como él. Quien le ha llamado es sor Beatrice, una monja con la que el difunto mantenía relaciones sentimentales. Esto lleva al cardenal a pensar en sus propios devaneos de juventud con otra religiosa, Adelaida. Este romance, clave en la trama, rememorado con muy medidas dosis de flash back a lo largo de toda la novela, se desvelará en el capítulo final, excelentemente narrado.
Antes de seguir, conviene comentar que la única incoherencia argumental (a mi modo de ver) que podría tener la obra, es el dibujo altamente contradictorio del protagonista. Es un cínico, y como tal se le pinta en muchos párrafos; sin embargo, sus análisis podrían ser suscritos por un izquierdista. No es creíble (al menos, esa es mi opinión) que un cardenal de la Iglesia, que ha llegado tan lejos en su carrera, tenga unos conceptos de la vida tan progresistas. Se echa en falta un momento de conversión al pensamiento crítico, ateo y pagano y, a partir de ahí, la ocultación cínica de esta circunstancia. Creo, no obstante, que es un defecto menor y, en todo caso, muy discutible y opinable.
Por cierto, el título de la obra está relacionado con dos hechos. Primero la supresión de la figura del abogado del diablo por Juan Pablo II, medida tomada para acelerar los procesos. El protagonista se ve impelido, por razón de su perfeccionismo profesional, a ejercer, en la práctica, las funciones implacables de tal cargo. Es importante señalar aquí que uno de los temas centrales de la obra es la denuncia al movimiento de los Quicos, seguidores del gurú cristiano Francisco Argüello, fundador del movimiento neocatecumenal, el nuevo Opus del siglo XXI, especialista en movilizar a jóvenes en todo el mundo. Al final de la novela se hace referencia al encuentro en Madrid de la juventud mundial, que cuando fue escrita la novela aún no se había celebrado. También se hace referencia a una apuesta que, tras leer la obra, parece verosímil, el acceso al papado de Rouco Varela.
            Volviendo a la trama, el protagonista rememora cuándo conoció al difunto padre Miguel, su colaborador, y va dándonos cuenta de numerosos datos sobre la corrompida y cínica Roma papal. Nos lleva así, a la participación del cardenal en una reunión de urgencia convocada por Benedicto XVI, en la que se trata del escándalo provocado por la filtración a la prensa de que el cardenal polaco Wielgus colaboró con los servicios secretos comunistas. En un aparte entre el papa y sus cardenales, mientras toman café, aquel plantea al protagonista su objetivo: acelerar la beatificación de Wojtyla.
            Este es el tema central de la novela, con las conspiraciones para acelerarlo al precio que sea. Se analiza la vida de Juan Pablo II, que no era precisamente un dechado de virtudes cristianas; su ansia de pompa, como quedó claro con la edificación de la suntuosa residencia Santa Marta; la colaboración con regímenes dictatoriales, en especial su vergonzosa actuación durante la visita a Chile; la actitud vengativa que mantuvo con los jesuitas, con el padre Arrupe; el apoyo a los fundamentalistas de todo pelaje, como la emisora ultra “María”, de Polonia, de tinte antisemita; las relaciones con la mafia… En general, la novela (y su justificación, el proceso de beatificación) es una radiografía de la estructura social de la Iglesia y una denuncia contra la misma.
Sorprende constatar, tras leer sus páginas, cómo la mentalidad del Santo Oficio de la Inquisición, no sólo no ha pasado a la Historia, sino que se mantiene viva, incluso en las prácticas diarias de conspiración, espionaje y tortura moral. A nadie puede dejar indiferente el análisis que se hace de las pruebas milagreras del presunto beato.
            Con respecto a la forma, el uso del lenguaje es muy correcto, muy buena la ambientación y el ensamblaje por medio de prolepsis bien trabajadas. Es una obra redonda en la que nada sobra. El lector quedará muy sorprendido por la denuncia de estos hechos tan contemporáneos. Esto podría levantar ampollas en sectores afines a la derecha eclesiástica… Lo más probable es que esto no sea fuente de problemas.

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