martes, 31 de julio de 2012





AURELIA SONSOLES, UNA ALCALDESA REDONDA

CAPÍTULO 2.- UNA INAUGURACION POLÉMICA

 Aurelia tenía un amplio despacho oval con balcón sobre la plaza mayor. Lo primero que hizo tan pronto tomó posesión de la alcaldía fue cambiar todas las cortinas por unas de cretona con grandes flores estampadas. Los visitantes, al abrir la puerta soltaban un irreprimible ¡oooh! Tenían la impresión de adentrase en la jungla. En uno de los rincones tenía una jaula con unos canarios que le había regalado Pío XII, tan tímidos y discretos que nunca piaban. En el otro extremo, había a un loro parlanchín que ella misma había domesticado con mucha paciencia. A pesar de sus esfuerzos, lo que mejor imitaba el loro eran los ronquidos de su dueña. Así que Aurelia cargó con fama de dormilona pues cuando no roncaba ella, lo hacía el animalito por su cuenta.
- Fermín, deja de roncar y teclea un rato  -le ordenaba al loro que imitaba a la perfección la máquina de escribir, incluido el movimiento del carro y el timbre- ¡Jesús, van a pensar que aún estoy durmiendo la siesta!
- Tac, tac, tac…  -tecleaba el loro sin parar.
- No tan de prisa, hombre; y pasa el carro. Hazlo como Amelia: 58 pulsaciones por minuto.
Sobre la mesa de trabajo, atiborrada de papeles y expedientes, Aurelía, como los ministros, tenía algunas fotografías familiares. Una de sus hijos que, ya sólo de verlos en el papel, se vislumbraba lo trastos que eran. Otra de su marido, con grandes bigotes y cara de aburrimiento.
Cuando aquella mañana entró en su despacho el sargento municipal, la alcaldesa cogió la foto de su marido y la arrojó al fondo del cajón; y sacó otra del papa Pío XII dando miguitas de pan a unos pajarillos, con dedicación autógrafa e indulgencia in articulo mortis.
- Señora alcaldesa  -se cuadró ante ella y le guiñó el ojo-, la comitiva espera.
- Al momento, querido.
Aurelia sacó de otro cajón un secador del pelo y se dio unas cuantas pasadas; luego, para fijar su sansónica cabellera, hizo que el sargento la pulverizase con abundante laca.
- ¿Qué tal, Casimiro?  -y, sin esperar respuesta, se miró en un espejo de aumento que tenía camuflado bajo unos expedientes.
- ¡Estás como un tren!  -y se lamió de gusto su labio leporino.
- Tú que me miras con buenos ojos  -acompañó estas palabras con una lánguida y sensual caída de párpados y sus pestañas, excesivamente cargadas de rimel, se le pegaron. Casimiro llamó a la secretaria y entre los dos lograron abrirle los ojos.
Puesta de pie, Aurelia era casi tan baja como sentada; esto creaba situaciones embarazosas, sobre todo en los consistorios.
- Siéntense, siéntense, por favor.
- Usted primero, excelencia.
Aurelia tenía que levantarse, dar unos saltos y sentarse de nuevo: “ahora estoy de pie, ahora estoy sentada”. Los concejales más fieles, para no sobrepasar la altura de Aurelia, solían permanecer de rodillas durante las sesiones.
Precedida del sargento y seguida de Amelia, su secretaria, la alcaldesa descendió con gravedad los escalones de mármol. Al pie de la escalinata, la esperaban, formados, dieciséis municipales con sus bicicletas.
- ¡Que llega el ovni!  -susurró uno de ellos. El mote, aunque parezca lo contrario, no era despectivo; de ese modo cariñoso la habían bautizado años atrás sus compañeros.
Subió Aurelia a su bicicleta, que apuntaron entre tres; y partieron todos. En aquel preciso momento, sonaron los timbales, anunciando la presencia de la alcaldesa.
Las calles del itinerario, como era habitual en tales desplazamientos, estaban recién barridas y baldeadas. A la primera de cambio, resbaló una bicicleta y el agente se vino abajo. Sus compañeros, como mandaban las ordenanzas, siguieron adelante, pasándole por encima. Como medida de precaución, en la comitiva siempre iba un médico. Sobre la marcha, cosió las heridas del accidentado.
Tiempo después, viendo los estragos que el uso de las bicicletas causaba en los municipales, se adoptaron medidas precautorias: casco obligatorio en vez de la boina y el triciclo en lugar de la bicicleta bípeda. Pero eso ocurrió mucho después, cuando la alcaldesa ya llevaba 32 agentes enterrados.
Los niños de las escuelas llenaban las aceras. Antes, se les proveía de banderitas, pero hubo que desistir dado los tuertos que quedaban tras cada inauguración. Aquel día lucían globos que ellos mismo hinchaban.
- Soplad, soplad  -les animaba Aurelia, sin dejar de pedalear-. Ya veréis cómo se os ensanchan los pulmones.
- Cuánto habrá soplado la tía para tenerlos como los tiene  -comentó un crío desvergonzado.
Los globos había que inflarlos a pleno pulmón, pues desde que Aurelia se enteró por la televisión de que peligraba la capa de ozono, prohibió el uso de aerosoles y cualquier otro gas expansivo, incluso el hilarante.
- En nuestro término municipal no permitiremos ni un solo agujero negro  -zanjó tajante en un pleno del consistorio.
Llegada la comitiva a la plaza, la alcaldesa subió al estrado de autoridades.
- Sin novedad, señora alcaldesa  -le dijo el sargento Casimiro- Sólo cuatro agentes y sus bicicletas han sido arrollados por el camino.
El sargento la miraba fijamente con uno ojo, y con el otro estaba pendiente del provocativo trasero de una azafata.
- Casimiro, tu ojo  -le susurró Aurelia, mientras cariñosamente intentaba enderezárselo.
- ¡Coño, que me sacas el bueno!  -gritó el sargento, cogiéndose el de cristal y dándole un bocado a su mano regordeta.
Gracias a la habilidad que tenían los técnicos del Ayuntamiento para crear ecos, los asistentes pudieron escuchar, al menos seis veces seguidas, la exclamación del sargento Casimiro.
El cónsul francés que estaba invitado al acto por razones de vecindad, ya que vivía en un chalet cercano al de la alcaldesa, le comentó:
- Mi queguida Auguelia, c’est un carrefour, n’est pas?
Lo dijo, sin duda, porque la plaza mayor, donde se iba a inaugurar la estatua, estaba endiabladamente cruzada por dieciocho líneas de autobuses.
- C’est vrai, mon cher ami, mais nous navons in otre lieue.
El monumento al que se refería la alcaldesa estaba completamente cubierto por una lona.
- Le monimant tiene la figuir de una butifarra.
- ¿Butifarra? Atandez a que nous elevons la cuberture.
La banda municipal interpretó el himno de la ciudad. Aurelia se puso la mano al pecho, al modo como lo hacen los presidentes americanos, pero la imagen que daba era la de una rolliza matrona a punto de amamantar a una colonia de refugiados. El director de la banda, al verla en aquella pose, perdió varias veces el ritmo de su batuta; y a punto estuvo de sacarle un ojo al del bombo.
- Chiiissss  -impuso silencio el teniente de alcalde.
Su prolongado resoplido por el micro produjo ecos y contra ecos, de modo que el pirotécnico creyó que el sonido lo producía el cohete de aviso. Ni corto ni perezoso, prendió la mecha a los fuegos artificiales y empezaron a subir al cielo desde los cuatro costados de la plaza.
- Mira que te lo tengo dicho  -bramó la alcaldesa a su segundo-. Que sea la última vez que vengas sin los dientes de delante.
Como no hubo más remedio, se alteró el orden de los actos. Tras el disparo del castillo, vinieron los discursos. En primer lugar, tomó la palabra el escultor que había realizado la escultura.
- Excelentísima señora, ediles egregios  -y, agradecido, guiñó un ojo a su cuñado, presidente de la comisión de festejos y jardines, que le había proporcionado el encargo-, ciudadanas y ciudadanos…
Como si hubiese sido el principio del fin, la ciudadanía comenzó a abandonar la plaza. Impertérrito al desaliento, siguió el artista:
- Cuando por mis méritos personales se me encomendó esta obra…
- Cuñadísimo, enredador, lameculos  -comenzó el público a apedrearle.
El helicóptero encargado de retirar la lona, como no fue advertido a tiempo de los cambios producidos, comenzó a tirar de la cuerda y dejó al descubierto el monumento.
- ¡C’est un grande chaussette!  -se asombró el cónsul francés al ver aquel descomunal amasijo de hierros, pintados de vivos colores.
- Mais oui, cet un gran calsetín hiperrealist  -le explicó Aurelia, muy satisfecha.
- Percibo un extraño olor a camembert. ¿Usted no?
- Mais oui. Ya le he dicho que es un calcetín hiperrealista. Mire allá -y le señaló el agujero que había en el dedo gordo del calcetín-, allí tiene instalado un artilugio que intermitentemente lanza un líquido pulverizado.
El hedor a pies era tan real y tal la repulsa del público que el artista se vio en la obligación moral de suicidarse allí mismo. Empuñó el arma reglamentaria que le prestó el sargento y se dispuso a hacerse justicia.
- No te apresures  -le detuvo Casimiro- que las cámaras de televisión no te están enfocando.
Cuando los focos le prestaron atención, blandió el revolver con estrafalario gesto.
- Puesto que este inculto pueblo no sabe valorar mi arte, me mataré. Muero siendo un incomprendido.
Sus frases lapidarias fueron recibidas con indiferencia.
- ¡Que se mate, que se mate!  -gritaba la plebe enfebrecida, tapándose las narices.
- Vosotros lo habéis querido.
- ¡Venga, tío, déjate de rollos y acaba de una vez!
El artista se metió el cañón de la pistola en la boca con tan mala suerte que le dieron arcadas. Doña Aurelia, que por no perder detalle se había colocado en primera fila, recibió todo el vómito.
- Me has puesto perdida  -le recriminó, sacudiéndose.
El pueblo seguía reclamando la cabeza. El artista lo intentó de nuevo; esta vez apuntando a su parietal derecho. Quitó el seguro, levantó con dignidad la cabeza al cielo y vio al helicóptero que seguía revolteando como buitre carroñero.
- ¡Que se mate, que se mate!  -vociferó la gente, dándole ánimos.
El artista adoptó la pose del romántico suicida.
- O terra, addio; addio, valle di pianti…
A todos pilló de sorpresa su habilidad par el bel canto. Se hizo un gran silencio, y don Melquíades, el director de la banda, intentó acompañarle.
- ¡Carlos! ¡Carlos!  -corrió al estrado su mujer- No lo hagas; piensa en nosotros…
Carlos, embebido en su papel de Radamés, no la oía. Subió la mujer al tablado tan acalorada y de prisa que se les desparramaron los dos kilos de tomates que llevaba en la bolsa. Carlitos, que corría detrás de su madre, espachurró un tomate con tan mala fortuna que cayo y se abrió la cabeza.
- Sogno di gadio che in dolor savani…  -seguía cantando con el arma apoyada en su sien.
- ¡Desgraciado!  -gritó su mujer- deja de hacer el tonto.
- Un médico, por favor  -se requirió por megafonía.
La alcaldesa quiso interesarse por el muchacho que, tendido sobre el asfalto, bramaba como un potranco. Arrodillada al borde del estrado, se inclinó; y el sargento, cuyo campo de visión era reducido, la empujó sin querer. Aurelia y su bolso cayeron al suelo. Los médicos que atendían al muchacho, lo dejaron a medio vendar y fueron a socorrer a la primera autoridad. Le desabrocharon la blusa, pero no fue posible auscultarla porque dos inmensas moles impedían que se le aplicase el fonen. Los médicos decidieron pedir una ambulancia. Corrió uno de ellos a la cabina telefónica más cercana.
- ¡No funciona!  -gritó airado al ver cómo se había tragado sus monedas.
Una bella azafata, que anunciaba Dios sabe qué producto, le sonreía: “No lo diga, escríbalo”, decía ella, mostrándole unos dientes blanquísimos. Al ver tanta incuria, los ciudadanos, hartos de pagar impuestos, incluso el de la iglesia católica, montaron en cólera. La guardia municipal tuvo que proteger a un empleado de la Telefónica que, subido a una escalera, andaba desarreglando las líneas. La gente, enfurecida, quería lincharlo y empezó a zarandearle la escalera. Viendo que por teléfono no se adelantaba nada, se pidió por los altavoces un voluntario que fuese corriendo al hospital y trajese la ambulancia. Los voluntarios fueron muchísimos. Aprovechando la coyuntura el concejal de deportes improvisó un minimaratón.
- Atención, atención  -escupieron los altavoces de la plaza-. Los voluntarios para la ambulancia que pasen por el estrado.
En cuartillas escritas con betadine, se confeccionaron unos dorsales provisionales que se fueron pegando a las espaldas de los participantes. El concejal arrebató el arma al suicida, muy decaído por el poco caso que se le hacía, y dio el pistoletazo de salida. Mientras tanto, la alcaldesa, ya repuesta del susto, guardó sus encantos respiratorios, ayudada discretamente por las manos de hábiles cirujanos.
- Mi Vuitton, mi Vuitton  -reclamó, ansiosa.
- Eh voilà  -se lo entregó el señor cónsul.
Nerviosa, sacó un peine y se atusó el pelo. La laca pudo más y el peine quedó sin dientes.
- ¡Vaya por Dios!
Muy veloz debió de correr el dorsal 33 pues al cabo de hora y media llegaba la ambulancia. Subieron a Carlitos, se olvidaron del tuerto del bombo y la alcaldesa se resistió. Restablecido el orden, el público volvió a pedir la cabeza del artista, pero éste, muy alicaído, ya se había retirado a su casa.
Aurelia, visiblemente baldada, con el rimel corrido y sus pestañas despegadas, se acercó al micro. Un municipal se apresuró a manipular el soporte y dejarlo a su altura; por mucho que lo bajó no fue suficiente. La alcaldesa optó por cogerlo con la mano.
- Ciudadanas y ciudadanos  -dijo con el gracejo varonil que embelesaba a sus seguidores-, el calcetín hiperrealista que acabamos de inaugurar tiene múltiples significaciones...
- Aurelia, que te pierdes  -le avisó discretamente Casimiro.
- Puede que tengáis razón  -corrigió sobre la marcha- y el artista haya abusado en eso del olor nauseabundo.
- Síííí  -se oyó un sí larguísimo como surgido de una sola garganta.
- Puede que no estéis al tanto del arte post-corrupcional hiperrealítico; por eso os pido un poco de paciencia. Ya veréis cómo, con el tiempo, acabáis por acostumbraros… Y, ahora, ¡todos al autobar!
El autobar era un invento de Aurelia. Se trataba de un camión cisterna (camión nodriza, más bien) de 20.000 litros de capacidad y 150 grifos por banda. Según la época del año y la circunstancia del evento, se llenaba de cerveza o de horchata. La bebida era gratuita y se podía beber a discreción. Se producían largas colas y, como es natural, líos y altercados. A pesar de los inconvenientes, el autobar tenía muchas más ventajas. La alcaldesa, al ver correr los ríos de horchata y el barullo y las bofetadas que se daban, sonrió beatíficamente:
- En el fondo, son comos niños  -comentó con una pizca de malicia a su secretaria- A todos les gusta chupar del bote.




LA IGLESIA CATOLICA ANTE LOS RECORTES

Mientras los obispos catalanes piden responsabilidades a los que han provocado desórdes financieros y especulación, el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela mostró su confianza en que los recortes económicos y sociales ordenados por el Gobierno "contribuyan a mejorar" la situación "de las personas y las familias" para "poder superar la crisis".
¿He leído bien? No salgo de mi asombro.
Quizá, el inefable cardenal de todas las Españas, metido en esa  imaginaria empresa de re-evangelizar Europa (es decir, retrotraernos  a los siglos medievales y  re-implantar la cristiandad  en que la Iglesia detentaba un poder casi omnímodo), ¿no se habrá enterado de lo que pasa en el mundo, y en España, y en su Madrid? O lo que es peor y sin remedio: ¿será un cínico?

¡Que Dios se apiade de nosotros!

lunes, 30 de julio de 2012


ESPIGANDO DE AQUÍ Y DE ALLÁ

 ¡Muera la inteligencia!
Sorpresa. Para aparecer públicamente en España tras dejar el Gobierno, Zapatero eligió debatir sobre humanismo con el cardenal Antonio Cañizares. Lo abuchearon, claro.
Por Juan José Millás (El País Semanal - Domingo 29 julio 2012)

 Lo que toca ahora es aceptar invitaciones de la extrema derecha para debatir con los curas sobre el humanismo del siglo XXI, que es como hablar del sexo de los ángeles, o sea, una gilipollez. Esto es lo que necesitamos para recuperarnos de la estafa de la que hemos sido víctimas con la colaboración especial del PSOE. Cuantas más gilipolleces que emboten el entendimiento, mejor. Por fortuna, Zapatero tuvo la suerte de ser abucheado en el acto, como si todavía significara algo, o como si hubiera dicho algo profundo. ¡Muera la inetlegencia!



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FRANCISCO POLO
Asegura que los ciudadanos tienen más poder del que imaginan.
Por Quino Petit (El País Semanal - Domingo 29 julio 2012)

 En el PSOE encontré un 50% de mediocridad y otro 50% de gente muy buena…

 (La política de partido) se ha convertido en un espacio de mediocridad donde los buenos no brillan y los mediocres ocupan el espacio.

 Hace falta un nuevo modelo de partido. Los partidos deberían ser espacios abiertos a la participación. Ahora son sumideros de talento
QOUSQUE TANDEM, POLITICI,
ABUTEMINI PATIENTIA NOSTRA?

Cada día, los medios de comunicación nos golpean con nuevos casos de políticos corruptos (para más INRI, mentirosos empedernidos que nos hacen comulgar con ruedas de molino, nunca mejor dicho en este país tan católico, apostólico y romano). Levantas una piedra, sea de la Administración que sea, y aparecen cientos…Son tantos que el pueblo ha llegado a generalizar: “todos son iguales”. Si no iguales, parecidos. Lo cierto es que los políticos honrados callan, no se indignan, no levantan su voz para echarlos de sus filas... Y quien calla, otorga. Qui tacet consentire videtur (Quien calla, consiente) ¿Habrá que acusarles por omisión?

La interminable lista de corruptos (“presuntos” corruptos, no sea que hiramos su sensibilidad) se engrosa hoy con el nombre de Oriol Pujol y Ferrusola. ¡Hijo del molt honorable president de la Generalitat, Jordi Pujol!

¿Hasta cuando abusarán los políticos de la paciencia del pueblo?
Toda paciencia tiene un límite, y cuando tanto va el cántaro a la fuente… Los políticos nos han metido el miedo en el cuerpo. El miedo somete. Pero ese mismo miedo es un arma terrible, irracional, que puede volverse en su contra. Para poco servirán entonce esos somieres tras los cuales se parapetan…

sábado, 28 de julio de 2012


VACACIONES DEL AÑO 12
Antonio Elorza
(El País, sábado 28 de julio 2012)


Interesante artículo, del que copio algunas frases que me he subrayado.

 * …malformaciones de un sistema de poder donde hasta en la propia crisis, intereses particulares dictaban decisiones en detrimento de los colectivos…

* …periódicos europeos se preguntan incluso si Rajoy habría decidido “nacionalizar” la ruinosa Bankia para evitar, a costa de todos -españoles y europeos-, los graves perjuicios de su quiebra al imperio inmobiliario y futbolístico de Florentino Pérez.

* …Es la idea de que el interés general no cuenta…

* …La historia del ladrillo… Hablemos de nepotismo… Y no puede pedirse que el PP y el PSOE combatan corrupción y nepotismo, porque ambos los practicaron.

* …Si pasamos al Estado y las autonomías, el denominador común fue el despilfarro. Más allá de los sueños de grandeza valencianos o de Gallardón en Madrid… una inútil Alianza de las Civilizaciones… comunidades y Ayuntamientos, cual si fueran miniestados convertidos en Midas.

* …No basta con indignarse… En el fondo, tendrá razón la diputada Fabra con su insulto, si una vez jodidos, como ya estamos, no pasamos a exigir responsabilidades… forzando un imprescindible cambio de rumbo.

viernes, 27 de julio de 2012


Aborto y silencio
 José Mª Castillo

Resumo el artículo que ha publicado el 27-Julio-2012

… ahora el ministro Gallardón nos anuncia una nueva cadena de desgracias y sufrimientos, que se podrían evitar. Y se tendrían que evitar.

Digo esto porque una de las preguntas que más me inquietan estos días es la pregunta aquélla que, según los evangelios, tantas veces y en diversas situaciones hizo Jesús: ¿qué es lo primero y lo más importante en la vida, cumplir la ley o remediar el sufrimiento? Es una pregunta que hay que afrontar

Es notable la cantidad de veces que, según los evangelios, Jesús curó enfermos precisamente cuando, según las normas que dictaban los escribas, estaba prohibido curarlos. Los paralíticos que Jesús curó en sábado podrían haber esperado al día siguiente. Y no habría pasado nada. Sin embargo, Jesús quiso dejar muy claro que lo más urgente en la vida es aliviar y, si es posible, suprimir el sufrimiento humano. Y suprimirlo aunque eso se haga incumpliendo una ley que Jesús vio que no se debía cumplir: la ley que anteponía la sumisión a la norma a costa de prolongar el sufrimiento humano. El Evangelio no soporta ese criterio…

¿Qué explicación tiene el pertinaz silencio de los obispos españoles en este asunto tan extremadamente grave?... Miedo da pensar que la Iglesia, mediante comportamientos de este tipo, nos esté diciendo que es más importante la sumisión a la ley que la supresión del sufrimiento de los más indefensos… ¿no sería más honrado y coherente que dimitan de sus cargos, empezando por el señor Gallardón?


ESPAÑA HA INSTITUCIONALIZADO EL SOBORNO COMO FORMA DE GOBIERNO

La Alianza Evangélica Española denucia los recortes de Rajoy.
He aquí un párrafo de este valiente comunicado.

CULTURA DEL SOBORNO
"Vivimos una cultura de soborno político permanente", explican, recordando una de las instrucciones de orden social para Israel en tiempos de Moisés, "de tremenda actualidad para nuestro presente como nación: ‘No tomes soborno, porque el soborno ciega la sabiduría y pervierte la justicia' (Deuteronomio 16:19). En nuestro país hemos institucionalizado el soborno como forma propia de gobierno y administración de los asuntos públicos".

Consideran que este soborno se constata en "la proliferación de cargos de confianza política, multiplicados por miles en todo tipo de administraciones, organismos y empresas públicas. Cargos que suponen miles de millones de euros anuales, pero que nadie siquiera cuestiona. Para nuestros políticos parece más fácil recortar prestaciones y coberturas sociales a los más desprotegidos, antes que perder todos esos destinos, con los que poder usar el dinero público para sostener a los ingentes cuadros de los partidos políticos.

Soborno es un sistema parlamentario, autonómico y municipal que impide el voto personal en conciencia, obligados todos a la disciplina partidaria bajo la sanción económica y al "no salir en la foto".

Ese soborno institucional como modelo de ejercer la función pública es el que nos ha llevado a la actual situación, en la que los políticos muestran serias carencias de responsabilidad política y moral frente a la sociedad, expresan, con la seguridad de que sus compañeros cubrirán, justificarán y aún premiarán su proceder (el partido que esté libre de este pecado, que tire la primera piedra).

Esa carencia ética, recuerdan, es la que permite que el consejo de administración de la segunda caja de ahorros firmase unos falsos beneficios, para finalmente descubrir unas pérdidas de unos 25.000 millones (consejo formado por representantes del PP, PSOE, IU, sindicatos y organizaciones empresariales, todos ellos responsables con sus firmas).

Por todo ello, "España es uno de los países que más políticos tiene por número de habitantes del mundo y esto se ha constituido en la práctica habitual para que los partidos financien y sostengan a sus propios cuadros, convirtiéndose la clase política en una institución en sí misma, que parece tener por principal finalidad el perpetuarse".
Añaden a la lista de "sobornos" de la vida política española el mantener una deplorable disciplina presupuestaria en muchas autonomías y gobiernos locales, mientras esas mismas administraciones recortan prestaciones sociales a la población. Favorecer amnistías fiscales para los defraudadores (repetidas por los dos partidos mayoritarios en sus gobiernos) mientras se penaliza a quienes cumplen la ley. Mantener subvenciones por decenas de miles de millones a actividades privadas, que deberían ser sufragadas por sus seguidores (partidos políticos, sindicatos, Iglesia Católica), mientras se recorta el gasto en educación, investigación, sanidad y lucha contra la pobreza.

jueves, 26 de julio de 2012

Multitudes peregrinan al árbol "milagroso" de la Virgen María en Nueva Jersey


Una multitud de fervientes católicos acude estos días al centro de West New York, una localidad de Nueva Jersey, este de Estados Unidos, (donde se concentra una gran población de inmigrantes latinoamericanos), para ver un pequeño árbol Ginkgo biloba donde algunos dicen haber sido testigos de la aparición milagrosa de la Virgen María.

La imagen está enmarcada por una división de forma ovalada en la corteza del árbol y su interior de color oscuro parece coincidir con la silueta de la Virgen. Al pie del árbol ya se acumulan rosarios, velas, flores e imágenes en tributo a la Virgen de Guadalupe. La policía puso vallas de metal para cuidar el árbol y garantizar la seguridad. Muchos en la bulliciosa e implacable multitud afirman que se quedarán hasta que el alcalde, Félix Roque, proteja el árbol para siempre. "Queremos construir un monumento", dijo María Báez, de 35 años, una de los primeras en anunciar que había visto a la Virgen en el árbol y ahora una de las que monta vigilia en el lugar día y noche.

Todo comenzó en la mañana del 10 de julio, cuando una mujer iba por la avenida camino a su trabajo. Ella vio una luz y era la Virgen. La mujer, llamada Carmen López, trató de alertar a la policía y al alcalde, pero no le prestaron mucha atención… Desde entonces, no hubo más apariciones de la madre de Jesús, pero los fieles aseguran que el nudo en el árbol tiene un extraño parecido con famosos cuadros de la Virgen de Guadalupe rodeada de su manto.
Muchos de los árboles Ginkgo bilova que bordean la calle tienen grietas en su corteza y nudos en los que uno puede imaginarse distintas representaciones.

La Iglesia Católica se ha distanciado del supuesto milagro y se muestra escéptica; pero, como decía uno de los devotos católicos: “No importa si es o no es real, lo importante es que motiva la fe del pueblo. Hace que la gente vuelva a la iglesia y recuerde que Dios existe”.

¡Ay, también los arzobispos de Madrid se mostraron escépticos y se distanciaron de las apariciones de El Escorial, hasta que el cardenal Rouco Varela vio la luz y los réditos que pueden proporcionar esta clase de "milagros"!
Alfredo Sánchez
escribe a propósito de la reliquia de San Pantaleón  (cap.5 de mi novela Sangre)

Recensión aparecida en el Boletín bibliográfico Textos y Contextos. Universidad Carlos III de Madrid



SANGRE      Francisco Asensi ADG-N, Valencia 2012, 416 pp.

 El título previsto originalmente para este libro, y que describe el contenido mejor que el actual su contenido, es "Sangre: el sagrado experimento del Opus Dei". Esta novela pertenece a lo que, a primera vista, calificaríamos de un best-seller. Pero, en este caso, un bestseller de calidad. Como hacía Umberto Eco con los monasterios medievales en El nombre de la rosa, el autor, rigurosamente documentado, con su peculiar ingenio y un impresionante trabajo que apenas se nota, construye toda la trama de su novela con ese carácter semiológico y alegórico que esclarece y diagnostica lo que es la realidad de nuestra sociedad, que busca sentido y respuestas por caminos equivocados y antidemocráticos. Importa señalar de entrada que su autor es en estos momentos un reconocido escritor, con varios libros ya publicados en prestigiosas editoriales, que han gozado de buenas ventas. Curiosamente, esta vez ha tenido que acogerse al coraje editorial de ADG-N Libros, por una extraña situación: esta obra, que se acabó de escribir a comienzos de marzo de 2007, ya ha sido publicado en Alemania, Polonia y Rumania en sus correspondientes traducciones, pero ha necesitado más de cinco años para que una editorial española asumiera el riesgo de publicar el texto original.

 Surge entonces, de manera inevitable, la pregunta siguiente: ¿a qué se debe esta incomprensible anomalía, cuando se trata de una novela de muy grata lectura, fruto de la fina labor de escritura de un profesional competente, siempre bien informado como corresponde a quien también es un escrupuloso historiador de sólida formación académica, pero que es capaz de expresarse con la soltura de un virtuoso novelista, en obras con elementos de ficción, muy entretenidas ciertamente, en las que suele hablar de problemas que conoce a fondo y desde dentro, y en las que desea no sólo atrapar al lector, sino informarle también y plantearle cuestiones, a menudo de temas teológicos y eclesiásticos? Por aquí podríamos encontrar pistas para una posible respuesta a este largo silencio forzado, a esta publicación tanto tiempo reprimida, pues no en balde se atreve a tocar “el sagrado experimento del Opus Dei”.

 Pero no se trata de maledicencias eclesiásticas ni de rencores con la curia romana o con arzobispados hispanos. No hay que reducir los múltiples planos de esta creación literaria, ya que ni es fácil ni debemos encasillar con violencia e injusticia manifiesta esta novela de Francisco Asensi. ¿Es un thriller, una novela policíaca, una prédica religiosa o una informativa recopilación de datos sobre las reliquias, o sobre la historia del arte y la arquitectura del cristianismo europeo? Puede que sea, en efecto, una extraña y acertada combinación de toda esta suerte de métodos y de géneros literarios. Me atrevería a apuntar que estamos sobre todo ante una novela teológica, en el sentido que le daba Borges a esta disciplina: la teología es la rama más excelsa de la ciencia ficción.

 Demos cuatro indicaciones o brochazos generales del eje de la trama: el inspector Mazeres, un experto en sectas y crímenes religiosos, es requerido una noche con urgencia. Se ha perpetrado un robo sacrílego en el monasterio madrileño de la Encarnación. Así comienza la novela. Pero lo que parece un simple latrocinio, nada diferente de otros casos en los que ese policía ha intervenido, se convierte en un robo muy complejo y misterioso. ¿Por qué los ladrones eligieron el convento madrileño de la Encarnación? Sobre el pavimento, esparcidos ordenadamente aparecen cientos de relicarios de gran valor, y sólo falta uno: el de san Pantaleón. ¿Por qué, entre tantas valiosas reliquias, robaron la que contenía una cápsula de vidrio con la sangre de este santo? La selección que han hecho esos inquietantes ladrones no parece ser accidental. El inspector confirmará esta tesis al encontrar en un túnel oculto a un hombre que tiene una esvástica tatuada en su brazo. ¿Está vinculado el robo a una secta nazi madrileña? Las preguntas y las sospechas se multiplicarán aún más cuando Mazeres sea apartado del caso por sus superiores, que desean silenciar lo ocurrido. Intrigado, el inspector decidirá iniciar una investigación por su cuenta, ayudado por su compañera sentimental y un par de colegas avispados...

 El lector quedará cada vez más enganchado en esta historia y sus sorprendentes meandros. ¿Qué relación tienen con este robo las SS de Himmler? ¿Para qué fines se necesitaba el relicario que contenía la sangre de San Pantaleón? Poco a poco conoceremos los secretos de la tixotropía de ciertas reliquias y seguiremos con apasionamiento el análisis del cuadro ”El Jardín de las Delicias” de El Bosco, uno de los máximos tesoros del Museo del Prado; descubriremos los extraños símbolos que encierra, relacionados con antiguas sectas religiosas, según las fascinantes interpretaciones de determinados historiadores del arte.

 Toda la novela está escrita de manera muy dinámica, sugerente y honesta. Vale la pena señalar que Francisco Asensi estudió teología e historia y documenta muy bien sus escritos, facilitando precisas informaciones sobre lo que se esconde detrás de algunas instituciones religiosas, amantes del secretismo. El autor utiliza la investigación del inspector Mazeres para descubrir la influencia del Opus Dei en el desarrollo social y religioso del mundo católico. Describe la rigurosa educación en las escuelas de la Obra, la férrea disciplina y la obediencia incondicional a que están sometidos sus miembros. Una y otra vez se refiere a los esfuerzos sin escrúpulos del Opus por alcanzar el poder político y religioso, incluso, si es necesario, a través de la cooperación de aliados dudosos. ¿Por qué las autoridades eclesiásticas tratan de encubrir los crímenes cometidos por personas estrechamente vinculadas con el Vaticano? No es la fe cristiana la que está en el centro de esta crítica, sino aquellos miembros de tales organizaciones religiosas que se han corrompido por el poder y la ambición.

 Queremos insistir en que la información que nos proporciona la novela no ralentiza la acción ni entorpece el seguimiento de las peripecias de la trama, pues por mucho que nos genere una especie de adicción atractiva para seguir leyéndola, la misma escritura y las intervenciones de los personajes obligan al lector a detener la lectura y dedicar unos momentos a la reflexión.

Al igual que en su anterior novela Sombras sobre el Vaticano (1999), también en Sangre (2007) Francisco Asensi parece adelantarse a los Vatileaks que ahora están tan de actualidad.

 Joan B. Llinares








miércoles, 25 de julio de 2012

EDUARDO GALEANO:

"A la basura dos siglos de conquistas"

(Párrafo extraído de la entrevista de Paula Vilella en BBC Mundo.
Montevideo 23 julio 2012)

¿Le sorprende que sigan dándose estas situaciones?

El mundo actual es muy sorprendente.
La mayoría de los países europeos que parecía que estaban vacunados de los golpes de Estado son ahora gobiernos gobernados a manos de tecnócratas designados a dedo por Goldman & Sachs y otras grandes empresas financieras que no han sido votadas por nadie.
Hasta el lenguaje lo refleja: los países, que se supone que son soberanos e independientes, tienen que hacer bien sus deberes como si fueran niños con tendencia a la mala conducta y los maestros son los tecnócratas que vienen a tirarte de las orejas.

martes, 24 de julio de 2012

A propósito de San Pantaleón

El Arzobispado de Madrid informa —a través de su Servicio de Información— que la iglesia del Real Monasterio de la Encarnación abrirá sus puertas el próximo jueves, 26 de julio, a los numerosos fieles que acuden, con motivo de la fiesta de San Pantaleón, a venerar las reliquias del mártir. Así, desde las 17,00 horas quedará expuesta a la devoción popular la ampolla con la sangre del santo, que siempre y todos los años está en estado líquido en su fiesta.
A las 19,00 y a las 20,30 horas de esa misma tarde se celebrará una Eucaristía. Además, cada media hora, durante toda la tarde, se dará a besar a los fieles la reliquia de un hueso del santo, que se guarda también en el relicario del Monasterio. En la mañana del viernes 27 de julio, festividad de San Pantaleón, las puertas del templo del Monasterio de la Encarnación se abrirán desde las 7,45 hasta las 14,00 horas, por la mañana, y desde las 17,00 hasta las 22,00 horas por la tarde. A las 8,00, a las 10,00 y a las 12,00 horas, así como a las 19,00 y a las 20,30 horas, se celebrará la Santa Misa. Durante los dos días habrá confesores para atender a los fieles que deseen reconciliarse en el sacramento de la Penitencia. San Pantaleón, médico, murió mártir el viernes 27 de julio del año 305.

Mi novela “SANGRE” comienza, precisamente, el día 25 de julio, en vísperas de la festividad del santo, cuando se produce el robo sacrílego de la reliquia. En el capítulo 5 se pormenoriza toda esa ceremonia de la licuación. Desde aquí, animo a los que viven en Madrid o a los que se encuentren de paso por la capital a que se acerquen a presenciar ese “milagro”.
No sólo los católicos son fervientes devotos (crédulos) de estos acontecimientos “sobrenaturales”. Himmler y muchos nazis también lo fueron. Durante la Segunda Guerra Mundial, una legión de arqueólogos y científicos alemane se dedicaron en cuerpo y alma, con toda seriedad, a la búsqueda del sagrado grial…

¿Oficiales de las SS estuvieron en el monasterio de la Encarnación, como narra mi novela? ¿Fueron ellos los que remplazaron la ampolla de la sangre de San Pantaleón por la ampolla de la supuesta sangre de Cristo, dejándola así camuflada y a buen recaudo? ¿Tenía Himmler  intención de clonar a Jesús? Muchas son las preguntas que yo lanzo. Como novelista, debo dar verosimilitud a los hechos que relato; pero es cosa de los historiadores responder con objetividad histórica.

En mi novela SANGRE, quien tenga la ocasión o paciencia de leerla, encontrará  preguntas que yo mismo me planteo, y que propongo a la consideración del benévolo lector. Y una seria reflexión sobre el Opus Dei, como exponente de un intento de desnaturalizar el Evangelio de Jesús. No puedo detenerme en este punto porque desvelaría la trama y el suspense de la novela. Otros análisis sobre el Opus Dei, puede que sean más ordenados, más matizados, más respetuosos, etc. pero no creo que yo, a ese respecto, sea menos riguroso. Por añadidura, eso sí, más divertido y entretenido.

Este no es un artículo (ni siquiera un miniartículo) al estilo convencional. Pienso, sin embargo, que puede servir para romper el ritmo de las cuestiones trascendentes, sentarse un rato, distraerse, recrearse, y, si hay ocasión, acercarse al monasterio madrileño a ver cómo se licúa la sangre de San Pantaleón…

Una dictadura sin dictador
Maite García Romero

EL POLÍTICO, ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCIÓN


El principio y fin ético de la soberanía política y el deber de todo estado democrático no debería ser otro que la búsqueda del bien común de la sociedad… El poder en declive de los gobiernos ha sido prácticamente substituido por este poder planetario que escapa a todo control de la democracia y cuyo único objetivo es obtener para la economía privada megabeneficios cada vez más rápidos y descomunales.

Estamos asistiendo al dominio más degradante de la economía sobre la política, a una dictadura financiera que controla y domina la totalidad del planeta. Vivimos un resurgimiento de la época Feudal, donde estos personajes de las finanzas cohabitan en una burbuja de impunidad y riqueza inadmisible en el proyecto de un estado verdaderamente democrático. Vemos cómo los grandes organismos engendrados por el poderío económico de los mercados: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Banco Mundial, entre otros, son ajenos a la opinión pública, están libres de toda traba y exentos de tener que dar cuentas a los gobiernos mientras que éstos se las deben a ellos. Son los encargados de manipular como marionetas a los países, de velar por el “reparto” de las riquezas en el mundo y de explotar, bajo la apariencia de solidaridad, la pobreza de determinados pueblos del planeta. Es despreciable e infame el abuso que las multinacionales llevan a cabo en los países en desarrollo: mano de obra barata a costa de millones de niños doblegados bajo pesados fardos, quedándose ciegos a fuerza de tejer alfombras de hilos imperceptibles; niños infiltrados en las entrañas de las mortíferas minas de Coltán entre otras; niños menores de 14 años trabajando en las llamadas “fábricas del sudor” produciendo la ropa, los juguetes o los ordenadores que compra Occidente. No hay nada como privar a un pueblo de educación y derechos laborales para verlo desvalido, humillado, sin recursos, sometido y dispuesto a aceptar las condiciones de trabajo y de vida que le impongan, por muy indignantes que sean.

Mientras este sistema financiero tiene bien “agarrados” a los partidos políticos y a la mayoría de los medios de comunicación, nosotros los ciudadanos, expectantes, con esa impresión creciente de sentirnos engullidos y atrapados en una dominación fatídica, mundializada, globalizada y tan poderosa que parece prácticamente inútil oponerse a ella, intentamos encontrarle lógica a las enrevesadas y muchas veces absurdas razones que nos dan los políticos sobre esta gran factura de medidas regresivas y discriminatorias que se está llevando a cabo en el ámbito laboral, de la salud, de la enseñanza, es decir, de los sectores más débiles de la sociedad: migrantes, enfermos, personas con discapacidad, jubilados, ancianos dependientes, niños, mujeres, parados y jóvenes. ¿Es moralmente correcto pretender salir de la crisis a base de machacar a este sector con medidas tan sumamente injustas y descabelladas? … Me parecen de lo más perversas unas medidas que se ceban de modo tan canallesco con aquellas personas que están ya en la recta final de su vida y necesitan unos cuidados especiales para poder realizar sus conductas básicas, cuando ni siquiera hemos visto una sola medida de recortes a las élites sociales, políticas, religiosas, económicas y financieras que son los primeros que deberían dar ejemplo

Continuamente nos estáis pidiendo sacrificios cuando vosotros, políticos, no sois capaces ni siquiera de eliminar coches oficiales, tarjetas de créditos, o como mínimo, viajar en clase turista. Os resistís a perder vuestros privilegios. Es evidente que a ustedes no les afecta de igual modo la reforma laboral ni cualquier otro instrumento de austeridad que está sufriendo el común de los ciudadanos… Insistís en que nos ajustemos aún más el cinturón, que las circunstancias lo exigen. Pero no sois conscientes de que vosotros lo lleváis tan flojo que os habéis quedado con el culo al aire. Y en esta guisa me pareció ver al señor Rajoy cuando le escuché decir el otro día que “a los parados se les bajará la prestación por desempleo a partir del sexto mes para incentivar la búsqueda de trabajo”… Ciertamente los esfuerzos emprendidos para poner un parche a la situación y reducir el paro son indispensables y bienvenidos, pero no así señor mío, no así… ¡Por favor, señores, ya está bien de tanta estupidez y arrogancia!

No existe ideología ni moral en el mercado… El mercado ha sustituido los valores y principios democráticos y está acorralando a la política consiguiendo trastocar los pilares de una economía basada en el conocimiento y el bienestar social.

Estamos comprobando como en la hecatombe de Bankia ha tenido mucho que ver la politización de las cajas de ahorros: el reparto político, los métodos de elección de los Consejos de Administración, y por supuesto la influencia política en las decisiones de inversión y toma de participaciones de riesgo en mercados bursátiles. Y yo me pregunto: ¿Cómo después de lo que han hecho nadie les reclama nada por su falta de seriedad e irresponsabilidad? ¿Cómo estos poderes financieros globales, causantes de la crisis, parecen invulnerables ante la ley? ¿Dónde están los notorios consejeros de las cajas de ahorros —los auténticos culpables—, tanto del PSOE como del PP, Izquierda Unida y sindicalistas?

Es obvio que el poder de la banca —esta dictadura sin dictador— es tan inmenso que limita las conductas de quienes debieran tomar medidas y denunciar abusos…

Si algo tiene de favorable esta crisis económica-financiera es, en mi opinión, por la visión mucho más definida que da sobre los ineptos, corruptos e incompetentes que son nuestros empleados políticos, que como niños malcriados que han crecido sin disciplina ni limitaciones, polemizan, mienten y abusan del miedo y la debilidad de los ciudadanos, encargados de mantenerlos.

La clase política española, ya sea de un color u otro, ha perdido el camino ético. Miente.

* Miente cuando se dicen dialogantes y no lo son.

* Miente con retóricas preñadas de palabras grandilocuentes, cuando disfrazan indignamente sus errores y cuando olvidan sin rubor sus programas y sus promesas electorales que fueron las que les dieron el voto.

 * Miente por temor al poderío financiero.

* Miente para ocultar la verdad.

La crisis económica que vive España se ha convertido más que nunca en una crisis de valores y derechos humanos que está desmoronando la democracia sostenible y el estado del bienestar, que tanto esfuerzo y sacrificio costó alcanzar. El objetivo de los grandes poderes económicos y de aquellos políticos puestos a su servicio es paralizarnos con el miedo. Y eso, los ciudadanos, no lo vamos a consentir.



Extractos tomados del blog de Maite García Romero

 (subrayados míos )


lunes, 23 de julio de 2012

HEMOS VIVIDO UN SUEÑO
de Juan Goytisol (El País 22 de julio 2012)

Interesante artículo, como todos los de este escritor. Copio uno de sus párrafos:

El ejemplo más extremo pero sintomático de lo que ocurría en nuestras “enladrilladas” costas mediterráneas, lo hallé en El Ejido. El país misérrimo que visité hace poco más de medio siglo saltó de un brinco a ser uno de los municipios más ricos de Europa. En medio del mar refulgente del plástico de los invernaderos bajo el que se apiñaban en condiciones indignas millares de magrebíes y subsaharianos, la ciudad improvisada sin planificación alguna albergaba según un informe del Foro Cívico Europeo que cito de memoria, una cuarentena de agencias bancarias, ciento y pico prostíbulos y una librería a todas luces superflua a ojos de una comunidad para la que la educación era algo inútil de cara al logro y al manejo del dinero. ¿Quién iba a decir en 1997 que esta sociedad derrochadora y caciquil, fruto de la megalomanía de especuladores de toda laya a cargo de las Autonomías y Diputaciones —verdaderos reinos de Taifa— iba a convertirse de pronto en el nuevo “hombre enfermo de Europa”, como lo fue hace un siglo el imperio otomano?
BUENAS NOTICIAS DE AMNISTIA INTERNACIONAL

Este julio hemos tenido muy buenas noticias y las queremos compartir contigo, Francisco. La lapidación de Intisar Sharif Abdallah ha sido revocada y ella puesta en libertad.
 También hemos recibido, con satisfacción, la condena de los expresidentes argentinos, Videla y Bignone, por la sustracción de menores durante la dictadura. Y en la primera condena de su historia, la Corte Penal Internacional ha impuesto 14 años de prisión por el reclutamiento de niños y niñas soldado al señor de la guerra congoleño, Lubunga Dyilo

sábado, 21 de julio de 2012


¿PARA QUE SIRVEN LAS MANIFESTACIONES?

En estas fechas críticas, en que hombres y mujeres de toda edad y condición, indignados, se echan a la calle, puede que todavía haya alguien que se pregunte “¿para qué sirven las manifestaciones”? Arturo González desgrana una letanía de razones que no conviene olvidar.

 * Sirven para estar vivos, para demostrarnos que no somos cadáveres. Porque vivir es protestar.

* Sirven para que el poder sepa fehacientemente que no estamos de acuerdo con su forma de gobernar, sirven para no cantarle el alirón que tanto les gusta, sirven para irritarles, sirven para que no nos gaseen.

* Sirven contra las agresiones directas sin haberlas merecido, sirven para gritar que no se puede machacar más y siempre a los mismos, sirven para que las rentas altas progubernamentales al menos se asusten.

* Sirven para ser congruentes con la dignidad.

* Sirven para demostrar que una urna no es una meta, sirven para demostrar que si queremos somos soberanos.

* Sirven para despojarnos del miedo, de la angustia y de los prejuicios. Sirven para demostrar que no nos resignamos. Sirven para que nuestros hijos no se avergüencen de nosotros.

* Sirven para demostrar que son verdugos. Para comprobar que aún somos ciudadanos y no borregos.

* Sirven para mantener la esperanza, aunque los resultados no sean inmediatos. Sirven para cristalizar el viejo dicho de que la unión hace la fuerza.

* Sirven para razonar y hacer razonar.

* Sirven para que la violencia no se desate.

* Sirven para avergonzarles, para decirles que están prostituidos en su acción política.
Porque una manifestación no es más que una declaración de intenciones, una exigencia de que no nos hinchen más los cojones.


* Sirven para sentirnos menos impuros. Para demostrarnos que no estamos locos, ni creemos en supercherías ni miserables fanatismos y adhesiones.

* Sirven para ser críticos. Sirven para hacer saber que somos los nuevos ricos de la democracia. Para demostrar que somos más civilizados que ellos.

* Sirven para odiar, sí, odiar, a los corruptos de la solidaridad y el latrocinio.

* Sirven para reflejar que queremos ser gandhis pero podemos ser cheguevaras y aun robespierres, sirven para no ser castillos inexpugnables ni caracoles enrocados, para dejar claro que no somos lobos si no nos obligan, sirven para demostrar que somos más y más que podemos ser.

* Sirven para ser decentes. Sirven para hacer posible lo imposible. Sirven para hacer realidad la utopía.


viernes, 20 de julio de 2012


¡SÍ QUE HAY DINERO!

Contra lo que proclama con tanto dramatismo el Sr. Montoro, ministro de Hacienda, otros defienden la tesis contraria.  He aquí un párrafo en el que Vicenç Navarro expone las preguntas que los diputados debieron hacer (y no hicieron) al Sr. Rajoy, presidente del Gobierno.

 * ¿Por qué el Estado español decidió congelar las pensiones a fin de conseguir 1.200 millones de euros, en lugar de revertir la bajada del impuesto de sucesiones, con lo cual habría obtenido casi el doble de ingresos ( 2.552 millones).

* ¿Por qué en lugar de recortar nada menos que 7.000 millones en sanidad, el gobierno no eliminó la reducción del Impuesto de Sociedades a las empresas que facturan más de 150 millones de euros al año, lo que significa menos del 0,12% de todas las empresas, con lo cual hubieran obtenido más de 5.600 millones de euros?

* ¿Por qué quiere ahora establecer el copago sanitario en lugar de aumentar los impuestos de los fondos SICAV y las ganancias especulativas?

* ¿Por qué quiere aumentar el IVA, en este momento de recesión, que afectará a las clases populares, en lugar de aumentar el impuesto de Sociedades al 35% para empresas que ganen más de un millón de euros al año, con lo cual ingresaría 14.000 millones de euros más?

* ¿Por qué quiere destruir puestos de trabajo en los servicios públicos en lugar de establecer un impuesto a las transacciones financieras, con lo cual, tal como ha señalado el sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda, se conseguirían 5.000 millones de euros?  

* ¿Por qué en lugar de forzar reducciones de los Estados del Bienestar gestionados por las CCAA no reduce la economía sumergida diez puntos, con lo cual aumentaría 38.500 millones de euros?

Estas son las preguntas que deberían haberse hecho y no se hicieron. El señor Rajoy no las habría podido contestar y habría quedado en evidencia, mostrando, que en contra de lo que dice, sí que hay alternativas y sí que hay dinero.



AURELIA SONSOLES, UNA ALCALDESA REDONDA

 Capítulo 1.- NACE UNA ALCALDESA

 Aurelia nació en su ciudad natal, en la calle de San Paulino de Nola. Nació tan pequeñita y esmirriada que sus padres, al no tener incubadora a mano, la metieron en un capazo entre algodones y botellas de agua caliente. Gracias a mantener a raya al gato que siempre andaba merodeando, la niña pudo medrar.
Con el paso de los años, Aurelia creció a lo ancho más que hacia arriba. La explicación de este desarrollo esférico había que buscarla no tanto en los genes de sus progenitores, bajitos y rechonchos, sino en la dieta. De haber habido en aquel tiempo “productos bífidus”, otra Aurelia nos hubiese cantado.
En el parvulario, los niños la confundían frecuentemente con un balón y Aurelia volvía a casa con las narices chorreando sangre.
- ¿Qué pasa con mi Aurelín?  -se quejaba su madre, doña Asunción.
- Mire, señora  -le aconsejó sor Gertrudis, la parvulista-, será mejor que no la vista de rojo chillón, así evitaremos accidentes a la hora del recreo.
Aurelia era una marmota, durante horas y horas permanecía sentada en la silla de enea que le había regalado su padre. Sólo despegaba el culo de la silla para subirse a ella y desde esa altura desafiar a sus compañeros. Los otros niños le pusieron de mote “calienta sillas”. Ese prurito de permanecer pegada a la silla no desapareció con el tiempo, y preocupó seriamente a sus padres. Un día doña Asunción fue con la niña y su silla al psicólogo.
- ¿Qué le pasa a esta chiquitina?  -el doctor le hizo una carantoña.
- Mire, doctor…  -y con cara apenada levantó las faldas de la niña.
El doctor se agachó para una inspección ocular.
- ¡Cómo!  -exclamó extrañadísimo y miró con prevención a la madre- No quisiera alarmarla, pero parece que esté gangrenada…
- ¿Gangrenada? No hombre, no. Lo que pasa es que se habrá hecho caca.
Al doctor le molestó que la madre tuviese mejor ojo clínico, masculló algunas palabras y se fue a rebuscar en los libros de su despacho.
- Aquí está  -volvió con un libro, pasando y repasando páginas. Al fin, dio con lo que buscaba y comenzó a leer-. Según los últimos descubrimientos en el campo de la Metempsícosis Aplicada, los niños que de mayores se dedicarán a la política pasan su infancia pegados a una silla. Su mayor o menor éxito futuro se puede prever y medir por el grado de apego culeril manifestado en la infancia. Los arqueólogos ya descubrieron en el primer Neolítico un extraño artilugio con todas las características de lo que andando el tiempo fue la “silla con orinal incorporado” ¿Me sigue, doña Asunción?  -la mujer que no entendía nada asintió y continuó el médico- En la Segunda Revolución Neolítica, detectaron una “silla-excusado” mucho más perfeccionada. En los pocos ejemplares que han llegado hasta nuestros días, esa silla infantil se completa con un antepecho a modo de rudimentario pesebre con unas tiras de sonajas y cachivaches con las que los niños se entretenían. Lo que demuestra que, ya en el Neolítico, los “niños-politicos” no despegaban el culo de la silla para nada. Sentados en su silla, comían, descomían y jugaban  -saltó unos cuantos párrafos y fue al que le pareció más sustancial-. El profesor Vicenzo Cagannalis describe el síndrome del “homo politicus” como una pasión erótico-vital difusa de quien siente que “va perdiendo el culo”. De ahí su miedo cerval a que le quiten la silla.
Cerró de golpe el libro y con el polvo estornudaron madre e hija.
- ¿Qué tiene mi Aurelín, doctor? ¿Es grave?
- Me atrevería a pronosticar que su hija sufre una sede-adición cular en estado primario.
- ¿Y eso qué es?  -preguntó muy alarmada la madre.
- Como le decía, esta clase de niños no pueden vivir sin una silla. Para que me entienda: Aurelia no tendrá más ilusión en su vida que permanecer con su culo pegado a una silla, a un sillón, a una poltrona…
- ¡Ay, Dios mío, qué desgracia la mía! ¿Cómo va Aurelín a tomar así su primera comunión.
- No llore, señora. Que se la den sentada.
- ¿Y esa enfermedad es grave? ¿No se puede curar?
- Según se mire, señora. La enfermedad es incurable pero no es grave… Como todo el tiempo estará sentada o procurará cómo hacerlo, a Aurelia le espera una vida muy descansada… Son 15.000 ptas. No le haré factura y así se ahorra el IVA.
Aurelia tenía abundante y blonda cabellera donde, al igual que la de Sansón, parecía residir todo su ímpetu, que no era poco. Los chicos pronto intuyeron el secreto y, para amansarla, le tiraban de las trenzas.
Aurelia fue medianamente aplicada, a lo que ayudó no poco su sedentarismo congénito. Le fastidiaban las asignaturas que necesitasen de razón y lógica. Lo suyo era la imaginación y la fantasía. Los profesores le encomendaban las fiestas de fin de curso, convencidos de que las dejaban en buenas manos. Siempre les sorprendió por su originalidad y desorganización. Perteneció al club de los “patos mansos”. Un día de excursión por la montaña, Aurelia cambió todas las pistas y el grupo, despistado, siguió de buena fe los caminos indicados hasta que uno a uno se fue despeñando. Aurelia que, a pesar de todo, tenía buenos sentimientos, esperaba a sus compañeros abajo con el botiquín abierto. Años más tarde, ya empoltronada en el ayuntamiento, se divertiría gastando estas mismas bromas a sus concejales.

                                    *                      *                    *

Aurelia dejó sus estudios muy pronto, cosa que sus profesores del Instituto agradecieron en extremo y convencieron a sus padres de la sensata determinación de su hija.
- El cociente intelectual de la muchacha es alto  -dijeron para consolarlos- y, según los tests realizados, Aurelia es apta para las ciencias especulativas.
- ¡Ajá!  -exclamó el padre muy complacido- No sabía yo que la especulación fuese una ciencia.
El padre de Aurelia tenía un campo de patatas cerca de la ciudad, que apenas le producía beneficio alguno. Un día se fue al ayuntamiento a pagar la contribución rústica. A pesar de haber madrugado, se encontró con una cola kilométrica.
- ¿El último?  -preguntó.
- Usted mismo, señor  -le respondió una mujer que se entretenía haciendo calceta.
La cola avanzaba muy lentamente, de repente se produjo un parón.
- ¿Qué pasa?  -preguntó don Onofre, el padre de Aurelia, que ya llevaba tres horas de interminable espera.
- Es la hora del café  -le dijeron- Cómo se nota que usted no viene mucho por aquí.
Los funcionarios del Ayuntamiento, como si hubiese sonado la alarma de los incendios, salieron en tromba y se dispersaron por la plaza.
Mientras estuvo en la cola, don Onofre tuvo tiempo de sobra para enterarse de muchas cosas sobre el Negociado de Solares y Urbanismo. Así fue cómo descubrió la existencia y funcionamiento de la especulación urbana. Y a este oficio burocrático quiso que se incorporase su hija.
- No hay necesidad de preparar oposición alguna  -le quitó a su hija todo recelo.
Cada jueves Aurelia acudía al Ayuntamiento. Al principio hacía cola ante el Negociado de Solares y Urbanismo como todo el mundo. A poco, sin embargo, tuvo acceso directo al Salón de los planos, donde sólo los hijos de los especuladores de confianza podían entrar. La sala estaba empapelada con grandes planos que reproducían a gran escala las áreas de la ciudad y su término municipal. Reinaba un profundo silencio y sólo faltaba el olor de incienso para rematar la atmósfera de iglesia que exhalaba el Negociado.
Los meritorios (y en esa categoría se encontraba la rechoncha Aurelia) permanecían respetuosamente de pie, cara a los planos, sopla que te sopla, cada uno donde tenía sus intereses.
- ¡Joder!  -se quejaba uno- Llevo tres días soplando en el solar de los jesuitas, y no me cae esa breva.
- No te desesperes, hombre  -le consolaba su vecino que estaba soplando en otra parte-. A veces los del Ayuntamiento fijan las tramas con demasiado pegamento y no hay manera. Yo estuve soplando ocho semanas sin descanso para despegar una de la Avenida de los Hermanos Maristas; y casi acabo tuberculoso. ¡Lo conseguí al fin!
- ¡Qué chollo, tío! Ahí habrás ganado un pastón de muchos kilos.
- No me puedo quejar; pero los verdaderos chollos se encuentran en el Negociado de Basuras. Ahí sí que se gana el dinero a espuertas.
- ¡No me digas!
- Si uno no tiene aprensión de meter las manos en la mierda, se forra.
- Silencio, por favor  -amonestó desde su pupitre el bedel-, que los urbanistas están modificando el plan parcial A/3.
- ¡Arrea!  -no pudo contenerse otro meritorio-. Ahí tenemos nosotros unos solares. Voy a decírselo a mi padre.
Cada jueves había un gran ajetreo en el Negociado de Solares y Urbanismo. Ese día los especuladores de élite se sentaban a la mesa con los arquitectos municipales. Y se ponían a rediseñar por enésima vez la ciudad del futuro. Se reestructuraban y modificaban los planes generales y zonales. No había ninguno que resistiese la acometida de los codiciosos. Las zonas verdes y de servicios, de un plumazo, se recalificaban en zonas residenciales; los edificios, puesto que el cielo quedaba tan arriba, se estiraban y se estiraban como un chicle…
- Esos terrenos  -señalaban en el plano- los podríamos dedicar a parque para que los vecinos de ese barrio no se nos quejen.
- No me fastidies, Eufrasio, que ahí tengo yo 40.000 metros cuadrados. ¿Por qué no lo ubicáis en aquella otra parcela?
- ¿Y qué hacemos con la iglesia que nos hemos comprometido levantar al señor obispo?
- Él ya tiene bastante. A la chita callando, va registrado a nombre del obispado todas las ermitas de la provincia… No sé para qué quiere tanto inmueble, si se está quedando sin feligreses.
- Que atesore, que atesore; tarde o temprano llegará un Mendizábal cualquiera que arramblará con todo. ¡Nosotros nada tenemos que perder!
Unas risotadas subrayaron ese comentario que, por venir de un católico de comunión diaria, hizo mucha gracia.
Todos, especuladores y arquitectos municipales, trabajaban con ahínco y, llevados por la misma causa, pronto se ponían de acuerdo.
- ¿Cuántas alturas puedo levantar aquí?
- Ocho como máximo, que la calle es muy estrecha.
- Veinticuatro, Eufrasio, de lo contrario no saco para el solar.
- Dieciséis; y 90.000 duros al cazo.
- Serás ladrón…
- Cabrón, como los demás; no te jode.
Terminado el debate, se despegaban con cuidado de los planos las retículas correspondientes. Y donde había tramas verdes, con las que se designaban los parques y zonas no edificables, se colocaban las de color marrón, que indicaban las zonas residenciales.
Los especuladores de media capa, que no podían intervenir directamente en la configuración urbana de la ciudad, se contentaban con las migajas. Todos sabían que sobre los planos había retículas o tramas con poco pegamento… Ahí, precisamente, entraba en juego la labor de los meritorios. Sopla que sopla, hasta que se desprendía una retícula, caía al suelo, la barrían, desaparecía y, por obra y gracia de azar, ¡un solar sin valor quedaba automáticamente recalificado!
Aurelia Sonsoles, gracias a Dios, estaba dotada de buenos pulmones; tan es así que se le propuso a su padre que tocase el bombardino en la banda municipal, pero don Onofre prefirió dedicarla al Negociado de Solares. Al poco tiempo, no hubo retícula o trama que se le resistiese.
- Don Eufrasio  -preguntaba con simulada inocencia, después de soplar sobre una retícula del plano definitivo-, ¿los solares de la parcela G/38 son edificables?
- Vamos a ver  -respondía con no menos fingida naturalidad el otro-. Yo diría que esa parcela era zona verde no edificable… Pero, no. Posiblemente la recalificamos en la última junta.
El arquitecto municipal extendía el correspondiente certificado y don Onofre, el padre de Sonsoles, en menos que canta un gallo se embolsaba 700.000 duros.
- ¡Qué suerte tiene tu padre, monina!  -y le dio una palmada en el trasero- ¡Dios mío, tienes culo para poltrona de alcalde!
Gracias a la capacidad pulmonar de Aurelia y a su soplo expeditivo, don Onofre se enriqueció más y más. Llegó a especulador de élite, de los que cada jueves compartían mesa con los arquitectos municipales, y durante años presidió la real archicofradía de San Dimas y San Nicanor.
A esta honorable congregación pertenecían sólo los especuladores profesionales. Los estraperlistas y demás ralea de chanchulleros y mercachifles intentaron más de una vez ingresar en ella pero el padre de Aurelia siempre lo impidió.
- ¡Hasta ahí podíamos llegar!  -rechazó por enésima su solicitud- La nuestra es una asociación respetable, ¿cómo se atreven esos mentecatos?
El día de Corpus, los cofrades de San Dimas y San Nicanor ocupaban un sitio de honor en la procesión, inmediatamente detrás de los señores canónigos, a la vera de la custodia.
- Ahí llegan los de San Dimas  -se persignaba la gente con respeto al verlos pasar vestidos de frac y con sus blandones encendidos, saludando a diestra y siniestra.
Durante los años que el señor Onofre presidió la cofradía, Aurelia, con teja y mantilla, fue la portadora del estandarte.
- Y ésa quién es!  -se preguntaban, al verla pasar con su cabezón cardado al estilo francés del Rey Sol.
- Es la hija de don Onofre Sonsoles y Millet.
- ¿Es catalana?
- Un respeto, por favor.
- Lo decía por el apellido de su madre…
En honor a la verdad hay que reconocer que los especuladores de entonces poco tenían que ver con los de ahora. Aquéllos formaban un gremio serio, con sus estatutos y porcentajes pactados, con cuentas A y B claras, sin trampas ni borrones; nada de ingeniería financiera ni evasión de capitales. ¡Y libros de actas! Se enriquecían sin pausa, es verdad, pero sin prisas; tenían toda la vida por delante. Ahora, con los arribistas, todo son prisas. Como si los solares y el dinero de las arcas públicas fuesen a escasear. Para mayor complicación, los envidiosos difaman profesión tan honorable; y, por menos de nada, acusan a los especuladores de soborno, cohecho, prevaricación y otras guirindainas que don Onofre jamás escuchó ni hubiese sabido descifrar. Don Onofre, especulador chapado a la antigua, no se aclimató a los nuevos tiempos. Nunca comprendió por qué el dinero que él ganaba tan limpiamente hubiese que blanquearlo.
- ¡Dios, mío!  -exclamaba católicamente dolido- ¡Qué ganas de complicar las cosas estos masones descreídos!
Así que un día, incapaz de acomodarse, se metió en la cama.
- Hija  -le dijo a Aurelia con la mano en el corazón-, los especuladores honrados sobramos en este mundo de mercaderes sin escrúpulos. Dame la reliquia de San Dimas.
Don Onofre se abrazó al brazo incorrupto del Buen Ladrón y, para ahorrar gastos a la familia, decidió morirse de una embolia cerebral. A título póstumo, las autoridades civiles y religiosas premiaron al último especulador de la vieja escuela con la gran cruz de San Críspulo el Aeropagita. Sus restos descansan en la catedral junto a los del venerable obispo Simón López. Antes de que el féretro paterno descendiera a la fosa, recubierta de mármoles, Aurelia Sonsoles alzó el brazo y, cara al sol poniente que entraba por las vidrieras, gritó con voz trémula y varonil:
- A Dios pongo por testigo que no daré descanso a mi cuerpo hasta que me siente en el sillón de la alcaldía  -seguidamente, porque no todos podían verla, se subió a una silla- El rudo cañón retumba/ y el alcalde se aterra/ y al suelo le falta tierra/ para cubrir la paterna tumba.

                               *                       *                      *

Llegada la temporada de las elecciones, los barrios de la ciudad se llenaron de verbenas y jolgorios. Banderitas, farolillos y caretos por todas las esquinas. Los candidatos echaban sus discursos en el teatro, en la plaza de toros, en los atrios de las iglesias… Algunos, con pies descalzos y zamarra al hombro, hacían extrañas peregrinaciones y se fotografiaban abrazados a Santos y Vírgenes, única tabla de salvación capaz de salvarles del sufragio universal. Como actores consumados, quien más y quien menos trataba de hacer creíble su programa. La gente, boquiabierta, contemplaba la agilidad de saltimbanqui de algunos; la destreza de cambiar de chaqueta de otros; la habilidad para demostrar la cuadratura del círculo de todos.
- No al aborto, sí a la vida  -gritaba como un energúmeno un político que había montado su tablado a la puerta de la catedral. Tanto énfasis ponía que asustaba a los niños.
Los canónigos, al ver la blandura del discurso, lo denunciaron a la junta electoral por competencia desleal y ocupación ilegal de lugar sagrado.
El pueblo acudía de acá para allá. Escuchaba poco, enredando con los globos que le daban; entendía menos; no creía nada ni a nadie y pasaba de todo.
Aurelia Sonsoles no pertenecía a partido alguno, no tenía programa y carecía de medios y de seguidores. Optó por aprovecharse de los mítines de los demás. Cuando un orador, enardecido, echaba promesas y más promesas como si su boca fuese el cuerno de la abundancia, iba Aurelia y soplaba polvos de picapica. Comenzaban los estornudos en cascada.
- Parece que me he resfriado  -decía el orador que no paraba de estornudar-. ¿Qué hacemos?  -con la mano amordazaba el micro y pedía socorro a su recua de asesores.
- En situaciones como ésta, lo mejor es rezar el santo rosario  -le sugería el meapilas de su equipo.
- Pero eso es cosa de la derecha.
- Pues tú verás.
- Santo rosario, por la señal  -decía con voz untuosa el orador, pegada su boca a la alcachofa.
Otras veces, Aurelia subía sigilosamente a la tribuna y cuando el orador, campechano, descamisado, de pelo en pecho, estaba más confiado lanzando índices y porcentajes (que nadie entendía) y hablaba de crecimientos, aceleraciones, desaceleraciones, recesiones, inflaciones, paquetes, brotes verdes, flecos, gobernanza… o bien se entretenía en escupir endiabladas siglas como AEI, OU, UEA, PIB, PAB, BUP, KK, SNUPI…
- BLA. BLA. BLA  -gritaba ella, arrebatándole el micro- A la vi, a la va, a la vista está: Sonsoles, Sonsoles y nadie más.
Con el empujón, el político con pañuelito rojo atado al cuello quedaba fuera de juego; y lleno de vergüenza se escabullía. La gente valoró mucho la intrepidez de Aurelia y el modo contundente de dejar sin argumentos a sus adversarios. “Imaginación al poder” fue su grito de guerra; y pronto lo repitió todo el mundo, y apareció esgrafiado por todas las paredes de la ciudad. “Imaginación” garabateado con jota y con ge para dar a entender que ella era independiente y no se sometía a dictamen alguno. “Aurelia, una mujer, nuestra alcaldesa ha de ser” comenzaron a vocear por las calles sus partidarios que cada vez eran más. “Toca arriba, toca abajo, Aurelia no tiene badajo”, se mofaban los seguidores de los otros partidos, que viendo el peligro que se avecinaba, hicieron frente común.
- Machistas, machistas  -abucheaban las feministas de Aurelia-. No queremos badajos ni bemoles, queremos el pito de Sonsoles.
Después de la reñida confrontación electoral, en la que por vez primera el pueblo tomó partido, llegaron las votaciones. Aurelia Sonsoles arrasó en las urnas; y nadie se explicaba que al día siguiente todos alardeasen de vencedores. Proclamada vencedora, se fijó el sábado siguiente para la toma de posesión.
La plaza mayor apareció abarrotada de gente. Todo el mundo, agitando sus pancartas y banderas, jaleaba gozoso a la nueva alcaldesa: “Ni tirios ni troyanos, Sonsoles para el pueblo llano”.
- Déjenme pasar, por favor  -gritaba Aurelia, a golpe de timbrazos.
Había llegado montada en su bicicleta y era dificilísimo abrirse paso en medio de aquella marea humana.
- ¿Dónde va esta loca?  -se quejó una mujer a la que hizo un destrozo en sus medias.
- Déjenme pasar, por favor, que soy Aurelia Sonsoles y llego con retraso.
Iba con los pelos esponjados y la cara arrebolada como hogaza recién salida del horno. Una banda de colores con un lazo enorme cruzaba su pechera como si la hubiesen envuelto para regalo. Iban tan peripuesta que era irreconocible. Por fin, sorteando mil obstáculos, Aurelia y su bicicleta llegaron al ayuntamiento. También allí tuvo problemas. Sus antiguos compañeros no la reconocieron.
- Oye, Gumersindo  -dijo con tono socarrón el agente de puerta por su transistor, sin quitarle ojo de encima-, aquí tenemos a una extraterrestre que dice ser la nueva alcaldesa.
- Pídele la documentación, carajo.
- Su carnet de identidad, señora.
- Nunca lo llevo encima.
- Pues el de conducir.
- No lo necesito  -y señaló su bicicleta.
- Al menos llevará encima el de su videoclub.
Aurelia echó mano a su enorme bolso rojo que parecía un baúl. A los agentes les pareció tan descabellado que decidieron cachearla.
- Aboque aquí ese costal  -ordenó sin miramiento el más veterano.
- ¿Qué es esto?  -preguntó alarmado el municipal más joven y señaló con precaución lo que le pareció un arma.
- ¡Mi secador del pelo, señor agente!  -respondió Aurelia, cortante.
- ¡Aurelia!  -exclamaron al unísono los guardias- ¡Qué cambiada estás! Si no es por el secador, no te reconocemos.
Le tomaron la bici, la arrimaron a la pared, se le cuadraron y la escoltaron escaleras arriba hasta el salón de los espejos, donde todo estaba a punto para el relevo. Se leyó el acta, Aurelia subió al estrado para recibir del alcalde saliente la vara y el fajín. La banda resultó tan corta que no le daba la vuelta. Aurelia, que no se arredraba por nada, dijo a Rufino Sastre que intentaba lo imposible.
- Pónmelo en el cuello y acaba de una vez, caramba.
Todos aplaudieron momento tan solemne. Con el fajín al cuello a modo de escapulario y la vara de borlas en la mano, salió la investida alcaldesa al balcón. Los de abajo apenas veían un gran lazo moverse por encima de la barandilla.
- ¡Que se vea, que se vea!  -gritaba el pueblo insistentemente.
Dos municipales corrieron y trajeron la escalerilla de la biblioteca. Aurelia se subió, y el pueblo aplaudió a rabiar.
- Se siente, se siente, Sonsoles está presente  -aulló la masa enfervorizada.
- ¿Cómo me voy a sentar, si de pie no me veis?
- ¡Que humor tiene la tía, hay que echarle huevos!  -comentó un nuevo concejal.
Como era costumbre, acto seguido, se formó la procesión para ir a la catedral a cantar un solemne tedeum. A Aurelia le pasaron unas cuerdas por debajo de las axilas y la bajaron desde el balcón a la calle. Tiesa como bacalao al sol y los brazos extendidos, fue descendiendo lentamente al son del himno nacional. La gente lloraba de emoción como si presenciara el Santo Descendimiento. Ya en tierra, la nueva alcaldesa rechazó el coche descubierto y reclamó su bicicleta. Los concejales, atónitos, no osaron contradecirla. Acomodaron su paso al ritmo del pedaleo. La nueva alcaldesa conducía con una mano y con la otra saludaba, sonriente. Al llegar a una cuesta abajo, su bicicleta se embaló; y los concejales, encorbatados, se pusieron a correr. El público pensó que corrían la maratón. A algunos se les aflojó el fajín, se les trabó entre las piernas y se dieron un batacazo.
- Vamos, hombre, que no se diga que sois unos patosos -les animaban desde la acera.
- Ya no estamos para estos trotes  -se quejó el teniente de alcalde con la lengua fuera- ¡y sin tan siquiera una botella de agua!
A la puerta de la catedral, el señor obispo y sus canónigos esperaban a la comitiva, todos con sus faldas encarnadas y sus pieles de armiño.
- Mi enhorabuena, señora alcaldesa  -le dijo el obispo, ofreciéndole el agua bendita.
Aurelia, sin desmontar, se santiguó. Al sospechar el deán que parecía tener intención de llegar con su bicicleta hasta el altar mayor, le cerró el paso.
- Los reyes, señora alcaldesa  -le dijo con mucha educación-, ataban a la puerta del templo sus caballos- y le señaló un poyo.
- No sabe su reverencia qué preocupación me quita de encima. Hace rato que buscaba dónde apoyarme para bajar.
Los canónigos cayeron en la cuenta de que Aurelia Sonsoles era paticorta.
- A ver, los más fornidos  -se dirigió el deán al cabildo.
Tan pronto como se apeó de su bicicleta, Aurelia se puso bajo el palio.
- Me encantan sus puntillas, monseñor  -le dijo, ahuecándose su vestido cual una clueca y empujándole fuera de las varas. El señor obispo tuvo que hacerse a un lado.
Tronó el órgano y se cantó el tedeum. El señor obispo, que no sabía cómo atraerse a las feministas recalcitrantes a causa del aborto y el matrimonio homosexual, quiso aprovechar la ocasión. Tras el himno de acción de gracias, se subió al púlpito.
- Hijas e hijos en el dulce corazón de María  -comenzó con voz relamida-. No sin la inspiración divina, se me acaba de ocurrir una idea  -abrió los brazos y alzó los ojos hacia el tornavoz donde estaba pintada la blanca paloma con sus patitas encogidas y las alas en posición de planear. El pájaro, por haber perdido uno de sus ojos de cristal, tenía una mirada torva que atemorizó al obispo. Repuesto del susto, precipitó su discurso- Hemos decidido nombrar a nuestra alcaldesa “canóniga bernarda” de esta catedral.
La decisión fue acogida con gran júbilo. Mientras la alcaldesa subía las gradas del altar, el órgano siguió tronando.
- Desde pequeña  -dijo Aurelia con lágrimas en sus ojos, al besar el anillo del obispo- siempre soñé con ser madre abadesa. Y mira tú por dónde, hoy me hacen canóniga bernarda.
El señor obispo procedió a la ceremonia de la investidura.
- Un poco estrecha le viene la sotana  -le dijo, mientras hacía ímprobos esfuerzos para embutírsela.
- Cuidado, señor obispo, que las costuras ceden…
- Doña Aurelia, tendrá que quitarse el lazo para que el señor obispo le imponga el birrete  -le sugirió el canónigo que actuaba de padrino.
Aurelia obedeció, se quitó el lazo y agitó su cabellera. Los pelos quedaron desparramados como los de la Magdalena a los pies de Jesús. El señor obispo le colocó el bonete rojo, mientras recitaba unos latines.
- ¡No le entra!  -se quejó disimuladamente el señor obispo a su maestro de ceremonias, cansado de forcejear.
- Monseñor, es el bonete de mayor tamaño que hemos encontrado en la sacristía. Déjeselo en la coronilla como si fuese un solideo.
Vestida de canóniga, acompañada por sus colegas de coro, dio la vuelta a la iglesia como marcaba el ritual. En éstas estaban cuando unos mozalbetes entraron corriendo; al ver el jolgorio que había y a Sonsoles vestida de aquel modo (las costuras de la sotana amenazando con reventar y el birrete rojo en el cogote), y dando saltitos para no pisarse los hábitos, se dieron media vuelta.
- Hoy no hay doctrina, que están ensayando los cabezudos del Corpus  -gritaron a sus compañeros rezagados.
Al fin, sentada Aurelia en su sitial del coro, se dispuso a recibir los parabienes del pueblo. Unos, al felicitarla, le besaban las manos. Otros dudaban entre llamarla reverenda o excelentísima señora. Terminada la función, la canóniga bernarda pasó a la sacristía donde los canónigos, sus colegas, le ofrecieron un piscolabis.

(Continuará)