miércoles, 11 de julio de 2012

 EL TEMPLO CONVERTIDO EN UNA CUEVA DE LADRONES

A raiz del robo del código calixtino y de los dos millones de euros sustriados al templo de Santiago de Compostela, espontáneamente me viene a la memoria aquel pasaje de Evangelio en que Jesús saca el látigo y echa a los mercaderes del templo. Es la única vez que vemos a Jesús enfurecido. Esta intervención suya será una de las causas que se aducirán en su proceso para condenarlo a muerte.

Tan acostumbrados estamos al mercantilismo que, de una u otra forma se produce en nuestras iglesias y catedrales, que no nos escandalizamos.

¿Qué hacen los canónigos de Santiago con las riquezas que acumulan? Según se dice, cada día ingresan 12.000 euros en limosnas. ¿Van a parar a Caritas? ¿Las reparten entre los pobres?

Muchas preguntas sobre este sagrado comercio podíamos hacernos a cerca de otros grandes centros católicos: Lourdes, Fátima... ¡Y, ahora, el cardenal Rouco sueña también en levantar su particular "parque temático" en El Escorial!

Tan acostumbrados estamos a este mercantilismo religioso que nos hemos olvidado que fue el tráfico de las indulgencias  una de las razones por las que Lutero, Erasmo y tantos otros clamaron contra la Iglesia corrupta Roma.

Tan acostumbrados, que  reflexinamos poco sobre la trastienda de nuestra Iglesia. ¿Por qué las autoridades religiosas no purifican la fe de sus fieles? ¿Por qué, por el contrario, fomentan tanta superchería?

La Iglesia sabe de sobra que Santiago no vino a España y los restos que se veneran en la catedral  no son los del apósto.  Sin embargo...
¿Qué hay detrás del culto de las reliquias, de las apariciones y de los milagros? ¡El dinero! ¡El comercio sagrado, condenado por Jesús!
La Iglesia ha conseguido unir lo que Jesús dijo que eran extremos irreconciliables: Dios y el dinero. 

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