viernes, 13 de julio de 2012

CODICIA, CORRUPCION Y MORAL CATOLICA

Aceptando que este país es católico, apostólico y romano, desde sus más remotos orígenes; y, según algunos, antes incluso de que existiese España, cabe preguntarse algunas cosas:

1.- ¿Cómo, desde la llegada a España del apóstol Santiago (?) hasta el reciente nacionalcatolicismo, que aún colea, el séptimo mandamiento (No robarás) ha calado tan poco en la conciencia de su gente?

2.- ¿No será que la Iglesia católica (obsesionada con el sexo, las células madre, la dictadura del relativismo, el laicismo, la cultura de la muerte…) no tiene ningún interés por predicar este mandato divino?

3.- Ante tanta codicia y corrupción, a cuántos obispos les hemos escuchado gritar, indignados, palabras como éstas?

“¡Ay de vosotros, los ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre” (Lucas 6,24 y 25)

“ Ahora bien, vosotros, los ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros…Vuestro oro y vuestra plata están podridos de herrumbre.
Y esta podredumbre será testimonio contra vosotros… Mirad, el salario que no habéis pagado a los obreros… está gritando; y sus gritos han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo. Él no os resiste.”(Santiago, 5,1 y ss.)

4.- ¿Ante tanta codicia y corrupción, hemos escuchado algún mensaje de la Virgen (Fátima, Lourdes, El Escorial de Rouco Varela, etc) semejante al que ella dejó bien patente en su Magnificat?
“Engrandece mi alma al Señor… porque desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios; derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.” (Lucas, 1, 46 y ss.)

5.- Evidentemente, el dios católico no ha tomado partido por los pobres (¡Que se lo pregunten a los de la Teología de la Liberación!). Será, como ha sido siempre, el dios de los poderosos de este mundo. Quizá, cautelosamente, sin casi advertirlo (y ahí estriba el gran peligro), en los templos católicos se ha colado el becerro de oro.

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