sábado, 11 de mayo de 2013


El papa Francisco, ¿papa universal u obispo de Roma?
El teólogo José Mª Castillo acaba de publicar en su blog “Teología sin censura” un interesante artículo sobre esa cuestión de trascendental importancia. Copio unos párrafos.
     “Antes de empezar a cambiar los cargos de la Curia, por ejemplo, es más importante empezar a cambiar la teología del papado… El nuevo papa, Francisco, ya lo hizo desde el momento en que apareció, una vez elegido Sumo Pontífice, en la logia de la basílica de San Pedro. Como recuerda todo el mundo, no se presentó como "papa", sino como "obispo de Roma". Y hasta, casi de forma provocativa, no se presentó bendiciendo al pueblo, sino pidiendo, como "obispo de Roma", la bendición de sus diocesanos para él. No empezó como "papa", sino como "obispo”
      … entre otras razones, se comprende el rechazo tajante que uno de los papas más importantes que ha tenido la Iglesia, san Gregorio Magno (s. VI), manifestó contra el título de “papa universal”. Este asunto capital ha sido objeto de estudio de uno de los más documentados historiadores de la Iglesia que conocemos, el profesor Manuel Sotomayor, que, en un estudio, publicado en la “Miscellanea Historiae Pontificiae” (1983), demostró, con una documentación exhaustiva, cómo san Gregorio Magno insistió en que el título de “papa universal” es una expresión “altanera”, “soberbia”, “vanidosa”, “nefanda”, “supersticiosa”, “criminal”, “sacrílega”, “blasfema”, “propia del Anticristo”, “perversa”, “estúpida”, “temeraria”“contraria al Evangelio”, “contraria a Dios”... Para san Gregorio Magno, si cualquier obispo (aunque sea el obispo de Roma) se apropia el título de “papa universal”, por ese mismo hecho, todos los demás obispos dejan de ser tales; el episcopado entero queda aniquilado…”
      ¿Pierde el papado, si seguimos por este camino, poder o excelencia? Todo lo contrario. Un papa que aparece en la fachada de San Pedro, con este coraje, esta libertad y esta humildad, no pierde nada. Lo que hace simplemente es recuperar, para la Iglesia, aquella fuerza de atracción que tuvo en sus orígenes. Y que le dio la vuelta a la historia de Europa. Justamente lo que ahora mismo más necesitamos. Por muy sombría que sea la crisis, estamos viviendo un momento capital de esperanza.
 
 

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