domingo, 14 de julio de 2013

Le "encíclica" del papa Francisco


LAMPEDUSA

La encíclica Lumen fidei no ha sido escrita a cuatro manos, como admitió el papa Francisco en un gesto magnánimo y cariñoso hacia su antecesor. Excepto unas pocas líneas, es enteramente de Ratzinger. Pienso -ha comentado el propio papa Francisco- que es un pensador sublime, desconocido o al que no entiende la mayor parte de las personas… La encíclica, al menos en algunas partes, puede ser útil a quien está buscando a Dios y el sentido de la vida.

Opiniones sobre esa Encíclica: culta, estilo recargado, de alta teología, fuertemente doctrinal, discusiones refinadas de difícil comprensión hasta para los teólogos. Encíclica idealista y desencarnada. Elucubrada por un her professor erudito, aislado en su torre de marfil, que siente grima por la calle y la esquiva no vaya a ensuciarse su impoluta sotana. Delata el miedo de Ratzinger a las consecuencias políticas de la fe. No aborda la crisis de fe del hombre de hoy, sus dudas: ¿Dónde estaba Dios en el tsunami que diezmó miles de vidas o en Fukushima? ¿Cómo tener fe después de los millones de muertos en los campos de exterminio nazis? ¿Cómo creer después de los miles de asesinados por las dictaduras militares de los católicos Pinochet y Videla años? Retzinger no responde a estas preguntas; tampoco habla de los pobres, de los pecados de injusticiaSu encíclica, sin embargo, servirá para reforzar la buena conciencia de los sectores más conservadores.

La encíclica de Ratzinger a la luz del Evangelio. No es una nimiedad constatar que Jesús no nos dejó ningún papel escrito. Ni disertó sobre entelequias en que se enfrascaban escribas, fariseos y los doctores de la ley. Habló simple y llanamente de problemas humanos y terrenales (de la salud, de la enfermedad, del pan de cada día, de las injusticias que soportaban los pobres, de la religión opresora, etc.). Dio un solo mandamiento: “Que os améis unos a otros como yo os he amado”. Pasó por este mundo obrando el bien y animó a sus discípulos a hacer lo mismo. Ni se dedicó a hacer creyentes ni la fe fue lo decisivo de su mensaje. “¿Tú crees que hay un solo Dios? También los demonios lo creen y tiemblan”. En el juicio final queda patente que no se nos preguntará por la fe: si fui creyente o ateo (¿De qué sirve que alguien diga “tengo fe” si no tiene obras? Acaso podrá salvarle la fe?) Se nos juzgará por nuestras obras, por nuestro amor al prójimo: Tuve hambre y me distéis de comer, etc. “Si alguien dice amo a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”. La fe sin obras está muerta, como lo reconoció el mismo san Pablo, y añade: “Aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas si no tengo amor, no soy nada”.

Lampedusa y el papa Francisco. Nada de elucubraciones evanescentes sino palabras sencillas, inteligibles, llenas de compasión, evangélicas. Gesto de cercaníaqueridos inmigrantes musulmanes"Caín, ¿dónde está tu hermano?" ¿Quién es el responsable de esta sangre? Todos y nadie. Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no tengo nada que ver, serán otros… Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano. La cultura del bienestar nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, es más lleva a la globalización de la indiferencia. ¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias? ¡La globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar! Pidamos al Señor la gracia de llorar sobre nuestra indiferencia, sobre la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como este. Señor, pedimos perdón por quien se ha encerrado en su propio bienestar que lleva a la anestesia del corazón… por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas.

Por lo expuesto, llego a la conclusión de que las palabras del papa Francisco en Lampedusa constituyen su primera encíclica. Dos máximas de nuestro refranero no andaban desencaminadas: “Obras son amores y no buenas razones” y “Menos predicar y más dar trigo”

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