"La Inquisición sigue viva y activa"

El cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona ha prohibido la conferencia que el teólogo y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Juan José Tamayo, iba a pronunciar el 11 de octubre en la parroquia de Sant Medir (Barcelona) sobre El Concilio Vaticano II.

"Resulta paradójico que mientras los obispos de todo el mundo se reúnen en Roma coincidiendo con el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, prohíban la reflexión de los teólogos sobre el mismo evento. Es la mejor demostración de la imposición del pensamiento único en la Iglesia católica por parte de la jerarquía eclesiástica… No es la primera vez que el cardenal Martínez Sistach prohibe al teólogo Juan José Tamayo hablar en la archidiócesis de Barcelona.

En ninguno de los casos el arzobispo de Barcelona ha dado razones para dicha prohibición… Se ha plegado a los deseos del neoconservadurismo eclesiástico… El profesor Tamayo es, sin duda, el teólogo más cuestionado y vetado por la jerarquía católica, quien en 2003 le calificó de hereje y condenó su libro Dios y Jesús. De entonces para acá se han sucedido las diferentes prohibiciones de obispos, arzobispos y cardenales españoles. En 2011 el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española prohibió una conferencia suya titulada ¿Ha muerto la teología de la liberación? Unos meses después fue el obispo de Palencia, monseñor Esteban Escudero, quien intentó prohibir la presentación del libro de Tamayo Otra teología es posible…

A juicio del profesor de la Carlos III, "las prohibiciones episcopales y cardenalicias de las que soy objeto no son expresión de autoridad, sino de autoritarismo, no son pruebas de poder, sino de impotencia, no reflejan valentía, sino debilidad, no revelan firmeza, sino miedo a la libertad, al pluralismo, a la crítica, al disenso y, en definitiva, al Evangelio". Y añade: "Prohibiciones jerárquicas de este tipo demuestran que la Inquisición sigue viva y activa.

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Al leer esta noticia, me viene a la mente el caso de Cayetano Ripoll, maestro de escuela, último ajusticiado por la Inquisición (1826). Este honor le cupo al arzobispo de Valencia, Simón López García, de funesta recordación. Gracias a sus artimañas, consiguió poner en marcha un Tribunal de Fe, copia espuria de la Inquisición, que Fernando VII, urgido por Francia, había suspendido sine die. He aquí un fragmento de la carta que el arzobispo de Valencia envía al nuncio Giustiniani, dándole cuenta de la ejecución:

 Mi venerado hermano y amigo de todo mi aprecio : Excuse V.E. la confianza de incluirle la copia adjunta de la que me ha remitido mi vicario general sobre la sentencia ejecutada con el impío y hereje pertinaz Ripoll, para que tenga la curiosidad de ver alguno de los frutos de la lectura de los malos libros, que nos ha dejado el sistema constitucional…

Y el nuncio en contestación, añade, entre otras consideraciones: la urgente necesidad de desterrar del pueblo las falsas doctrinas, que los enemigos de la religión han diseminado por todas partes con los innumerables folletos.

Lector, iram tuam cohibe! (esto lo escribo yo)