domingo, 2 de septiembre de 2012

A propósito del cardenal Martini

En mi novela (todavía inédita) "El abogado del diablo" sale a colación este cardenal, recientemente fallecido. Transcribo lo que el protagonista de mi novela dice de él:

El cardenal Martini, bestia nera de Ratzinger (¡que se atrevía a pensar por su cuenta y decir en voz alta lo que pensaba, que jamás repetía servilmente el runrún oficial!) era el único que podía disputarle la silla. A mi parecer, el arzobispo de Milán (mente abierta, dialogante, máximo representante de la línea liberal, tan sabio o más que Ratzinger), cometió el grave error de presentarse al cónclave apoyado en un bastón, exhibiendo de ese modo su frágil salud. El padre Toniolo, de Sant’Andrea della Valle, experto en vaticanerías, cuando, a posteriori, hemos discutido sobre ese punto, me ha confesado:
- El cardenal Martini lo hizo a propósito, con plena conciencia. No podía ignorar que, al presentarse de ese modo, estaba gritando: “Estoy enfermo, por favor, no me elijáis”. Él mismo se autoexcluyó.
Ciertamente. Al cardenal Martini le ha faltado ambición; la que le sobra a Ratzinger. No planteó batalla. Se asignó el papel de perdedor y marcar de cerca y abiertamente al todopoderoso Inquisidor, hasta convertirse en el anti-Ratzinger, papel que ha cumplido hasta el día de hoy. Fue de los pocos cardenales que no se dejó amedrentar ni comprar por un plato de lentejas. No obstante, de haberse levantado Martini con la tiara, ¿cómo hubiesen reaccionado los cardenales ultraconservadores, que son mayoría? ¿Cómo agachar la cabeza y confesar que era “blanco” lo que durante décadas habían dicho y repetido que era “negro”? ¿Hubiésemos tenido un segundo “caso Luciani”?

 

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