ESPAÑA, ¿RESERVA ESPIRITUAL DE OCCIDENTE?
Rouco Varela (la voz bronca), Munilla (el obispo carca del Opus Dei),
Jesús Sanz (arzobispo de Oviedo) y
el inefable Reig Pla (¿extraterrestre
llegado de Ganimedes?) y otros han vuelto a sus declaraciones archisabidas, sin
que hayan enriquecido sus argumentos con aportaciones científicas. Piensan que,
a estas alturas del siglo XXI, les basta con encasquetarse sus cucuruchos de
magos para pontificar (¿despotricar?)… Sus discursos, de pensamiento único, me han
evocado aquellos teólogos del siglo XVI (¡los tiempos del Concilio de Trento!)
contra los que escribió el gran humanista
Erasmo, referente de plena actualidad.
“… siguen
satisfechos de sí mismos, aplaudiéndose mutuamente. Ocupados, día y noche, con
estas embelesadoras memeces, no les queda ni un momento de ocio para dedicarlo
a leer siquiera una vez el Evangelio… Y mientras malgastan el tiempo en estas
solemnes tonterías de escuela, piensan que sostienen con sus argumentaciones a
la Iglesia… Podéis imaginaros lo felices que son… cuando se constituyen a sí
mismos jueces del mundo y exigen retractación si algo no cuadra con sus
conclusiones explícitas o implícitas”.
“Una Iglesia que no sale, a la corta o a la
larga, se enferma en la atmósfera
viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le
puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente.
Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma.
La enfermedad típica de la Iglesia
encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre
sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y
al clericalismo sofisticado, y luego
nos impide experimentar "la dulce y confortadora alegría de
evangelizar".
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