ALOCUCION DEL
PAPA SOBRE LA GUERRA EN SIRIA
Hoy,
queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que sube de
todas partes de la tierra, de todo pueblo, del corazón de cada uno, de la única
gran familia que es la humanidad, con angustia creciente: ¡es el grito de la paz! El grito que dice con fuerza: ¡queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz,
queremos que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos,
estalle la paz; nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que debe ser promovido y tutelado.
Vivo con
particular sufrimiento y preocupación las tantas situaciones de conflicto que
hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente
herido por lo que está sucediendo en Siria
y angustiado por los dramáticos
desarrollos que se presentan.
Dirijo
un fuerte llamamiento por la paz, ¡un llamamiento que nace de lo íntimo de mí
mismo! ¡Cuánto sufrimiento, cuánta
devastación, cuánto dolor ha traído y trae el uso de las armas en aquel
martirizado país, especialmente entre la población civil e inerme!
¡Pensemos en cuantos niños no podrán ver la luz del futuro! Con particular firmeza condeno el uso de
las armas químicas: les digo que tengo aún fijas en la mente y en el
corazón las imágenes terribles de los días pasados! ¡Hay un juicio de Dios y
también un juicio de la historia sobre nuestras acciones al que no se puede
escapar! Jamás el uso de la violencia lleva a la paz.
¡Guerra llama guerra, violencia llama violencia!
Con toda
mi fuerza, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su propia
conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que miren al otro
como un hermano y emprendan con coraje y con decisión la vía del encuentro y de
la negociación, superando la ciega contraposición. Con la misma fuerza exhorto
también a la Comunidad Internacional
a hacer todo esfuerzo para promover, sin ulterior demora, iniciativas claras por la paz en esa nación, basadas en el diálogo y en
la negociación, por el bien de la entera población siria.
¿Qué
podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII: a
todos nos corresponde la tarea de
recomponer las relaciones de convivencia en la justicia y en el amor (Cfr.
Pacem in terris)
¡Que una
cadena de empeño por la paz una a todos los hombres y a las mujeres de buena
voluntad! La paz es un bien que supera toda barrera,
porque es un bien de toda la humanidad.
Repito
con voz alta: no es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto la
que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino la cultura del encuentro, la cultura del diálogo: éste es el único
camino hacia la paz.
(EXTRACTO de su alocución 1 septiembre 2013)
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