RATZINGER SE VA
Benedicto XVI se va. Simplemente
harto, impotente. Incapaz de dominar, de gobernar “su” Curia. ¿Speluca latronum,
como diría Jesús? Que nadie vea en su renuncia mérito alguno: ni humildad, ni
zarandajas. ¡Se va harto! Quizá por miedo insuperable a que le ocurra lo que le
pasó al papa Luciani o que le obliguen a mantenerse subido a la cruz mientras
agoniza, como sucedió con Juan Pablo II. Sádicos los hay en todas partes, y
nada te digo si ese sadismo se disfraza de mística santidad…
Que un católico tan ultraconservador
como Benedicto XVI se baje del trono
(que tan ardientemente deseó, sin calibrar las heces que habían en ese cáliz) evidencia
hasta que punto el poder sagrado se
puede hacer insoportable. Demasiados lobos, cuervos y víboras merodean a su
alrededor… ¿Acaso el mismo cardenal Ratzinger, prefecto del santo Oficio, no
formaba parte de ese sistema perverso? No nos equivoquemos, la Iglesia
Jerárquica en sí es una institución antievangélica, aunque en ella haya habido
y haya buena gente (¡pocos!).
El papa hubiese podido utilizar
la infabilidad de la que se cree
investido, para, en un rapto de cordura, echar por tierra el templo de Satán; y
no dejar piedra sobre piedra.
Todo se andará. Ahí están las
palabras de Jesús: de ese templo no quedará
piedra sobre piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario